Normalidad y disciplina

En toda colectividad existe un orden establecido integrado por normas de diversa índole que posibilita la armonía entre sus integrantes. No quiere decir que no haya cambios, pero ellos se dan dentro de este entorno humano pues por naturaleza las sociedades no son estáticas. Puede haber situaciones y circunstancias no previstas que alteren esta normalidad e induzcan modificaciones en el desarrollo de las vidas, generando lo que se denomina anormalidades, que en determinados niveles llegan al nivel de crisis, que, con frecuencia suelen ser transitorias hasta que desaparezcan las situaciones que las ocasionaron o se consoliden hábitos para adaptarse a la nueva situación.

Parece que en nuestro país estamos en condiciones de superar los problemas de la pandemia del COVID 19 y que se está retornando a la normalidad al disminuirse o eliminarse medidas que tenían que prevenir el contagio de una enfermedad ocasionada por un virus cuyo desconocimiento ha sido universal. La crisis ha sido mundial y con la aparición de vacunas se cree que se ha dado un paso positivo en la guerra contra este enemigo” invisible”. El distanciamiento social se ha mitigado y se ha retornado a actividades colectivas como clases presenciales, normalización del transporte y asistencia a espectáculos con limitaciones, ya que la victoria no se cree que ha sido definitiva.

Al iniciarse el retorno a la normalidad consideramos que la prudencia debe mitigar el júbilo y que se deben mantener pautas de conducta, ya que es muy arriesgado afirmar que la victoria ha sido total. De las limitaciones de la pandemia hay aspectos positivos que para el futuro. Uno de ellos conservar la disciplina cuyo ejercicio siempre es positivo. Los pasos a la normalidad tienen restricciones que hay que aceptarlas ante la amenaza del retorno a la pandemia. El orden y mejoramiento colectivos se manifiestan con mayor eficacia mientras más firme sea la disciplina. Integremos a nuestras vidas esta firmeza disciplinaria a la que nos forzó la pandemia.