Debes cuidarte de los halagos de otras personas, decían los mayores. Aquellos que sin conocerte a través de sus halagos se muestran agradables, bonachones y hasta inocentes, utilizan sus tácticas amenizadas, sutiles e ilusorias que “ya sabiendo” como son, no es más que un artificio de su propia proyección, “el diablo seduce con su danza”.
Que sirva de lección lo que se tiene que vivir para reforzar nuestras corazas con sabidurías diferenciadas; podremos tratar de bloquear la negatividad de otros, pero mientras sus cucos sigan siendo de ellos, avanzaremos… La doctrina individual será aquella barrera de cristal a través de la cual continuaremos observando, a veces es mejor solo pausar y mirar.
Presumo incansablemente y con cierto idealismo de que los buenos somos más; aunque esa distinción incurra a veces en lo subjetivo, lo cierto es que entre la proporcionalidad del bien y del mal existen semejanzas y disimilitudes particulares, lo cual es natural y está implícito en el comportamiento y en la conducta de cada ser humano.
En fin… debes cuidarte de los halagos de otras personas, decía mi abuela, mientras acariciaba a las gallinas antes de torcerles el cuello. (O)