El Ecuador ha conocido de muchos procesos autoritarios y dictatoriales, todos, marcados por la arrogancia y seducción del poder. Las dictaduras no han sido la excepción, en el tiempo más reciente: Velasco Ibarra y las Juntas Militares de finales de silgo XX.
Irse por encima de los otros poderes del Estado, crear un monismo decisorio, producir un régimen de terror y desvanecer cualquier espacio de diálogo y democracia ha sido lo común en tiempos antidemocráticos. En periodos muy recientes, por ejemplo, el Ecuador vivió una dictadura basada en la ruptura del orden constitucional, en lo posterior un gobierno de tinte autocrático electoral de fácil mutación a uno de tipo autoritario hegemónico.
Es decir, no ha sido lejana la comprensión de la limitación de derechos y libertades. Tampoco ha sido ajena la conexión de elementos y discursos capaces de agitar masas, desarrollar comprensiones falsas y avivar sentimientos de revancha, odio y división. Hemos sido víctimas de lo fugaz del caudillo y lo audaz de la autocracia.
Ahora es tiempo de cuidar lo que tenemos. La democracia. El vivir en libertad y comprensión de ideas conducentes a la unidad y diálogo. A la diversidad y desarrollo conjunto. Al encuentro del país. Efectivamente, se trata de una cruzada democrática a la que debemos apostar. Todos. No cabe la interrupción inmediata y desmedida de una Asamblea Nacional -muy venida a menos- hacia un Gobierno que lleva el lema del encuentro, que proclama un proyecto político serio con consignas de democracia.
Hay grupos, en todos los espacios, en todas las instituciones, con la consigna de generar caos y revuelta, para solo entonces permitir que regresen, ¿quiénes? los que usted y yo sabemos, los que están esperando tomarse de nuevo el poder político. Sí. Hay que defenderla. Estamos, todos, llamados a una cruzada por la democracia. (O)