Decíamos, alguna vez, que el destino turístico de un pueblo debe construirse desde lo local, proceso que solamente es posible cuando la comunidad lo asume como suyo, como un sentimiento y motivo de identidad dispuestos a compartir, pasando por un proceso de apropiación razonada de los valores y bondades que definen este destino: valores humanos, paisajísticos y culturales para ser ofrecidos al visitante.
Esto se ve y se siente cuándo, paso a paso, visitamos el cantón Sígsig, ciudad y entorno patrimonial que se expresa; en un conjunto arquitectónico tradicional, verdadera muestra de arquitectura vernácula que, de entrada, se roba los ojos del visitante que tiene para disfrutar largo de su contemplación; en los murales de Hernán Illescas y el conjunto escultural Danzantes Andinos de Miguel Illescas, verdaderas ofrendas de identificación con su historia y cultura ancestral; en una propuesta artesanal que tiene en el sombrero de paja toquilla su oferta estrella y la feria de la paja toquilla como una fiesta y ritual; en una gastronomía típica que se oferta desde su mercado y restaurantes, claro que por la pandemia restringida pero latente y prometedora; en la riqueza paisajística de su entorno y las orillas del río Santa Bárbara, la playa de Shingate y el Puente de Jerusalén sin contar con las posibilidades de turismo de aventura al Fasayñan, Tres Lagunas y más; y, desde su complejo arqueológico: Camino del Inca, ruinas de Shabalula, el Museo, la Cueva Negra y el Castillo de Chobshi, que se pueden visitar en un día, paso a paso, como lo hicimos en familia el fin de semana.
Decimos desde lo local, porque creemos que son la gente con sus autoridades a la cabeza, quienes llevan adelante este proceso de restauración, puesta en valor y consolidación de una oferta atractiva, para quienes hacen del turismo un estilo de vida y buscan en lo nuestro, nuevas alternativas.