Los roles de la sociedad han ido invirtiéndose lenta, pero de manera sostenida. Una de ellas es la función de las denominadas minorías, que hoy han igualado su protagonismo al de las mayorías, inclusive hasta invertir sus papeles.
La noción contemporánea de minoría dice relación a la posibilidad de tener voz activa o intervenir en las instancias decisorias del Poder de aquellos sectores sociales o fracciones de clase comprometidos con diversas modalidades de lucha asumidas por a la cuestión social. De hecho, se ha hablado de minoría de negros, homosexuales, mujeres, antineoliberales, indígenas, ambientalistas, etc.
Lo que mueve a una minoría es el impulso de transformación y de rescatar sus derechos vulnerados. No necesariamente es el número de integrantes el que le hace una “minoría cultural”, sino la lucha por la reducción del poder hegemónico. Un caso patético es de las mujeres, que siendo cuantitativamente mayoría en el mundo fueron “minoría cultural”.
Otro caso para graficar esto de “minoría cultural”. El último censo en el Ecuador dio estos resultados: mestizos 71,9 %, montubios 7.4 %, afro-ecuatorianos 7,2 %, indígenas 7,0 %; blancos 6.1 %, otras 0.4 %.
La mayoría cuantitativa sigue siendo la mestiza y como tal, en la antigua concepción sobre mayorías y minorías, debería tener mayor peso en las decisiones del Estado; mientras los montubios, afroecuatorianos, indígenas y blancos, antes solo tenían derecho a reclamar sin ser escuchados. Ahora, con la teoría de “minoría cultural”, los mestizos deberían levantar su bandera de lucha y reemplazar a las antiguas minorías, que ahora imponen sus agendas.
Otra variedad es la de la los varones, quienes han pasado a ser “minoría cultural”, gobernados por agendas femeninas. Lo que está sucediendo puede llevar al miedo por la imposibilidad de convivencia entre el yo y el otro en su radicalidad y aceptación, y reafirmar lo que decía Hobbes: Aquello que los hombres tienen realmente en común es la capacidad de matarse unos y otros.
A ningún grupo de mayoría o minoría le asiste la potestad de decidir absolutamente por los demás. Cada uno debe reclamar sus derechos en civilidad y no con rugidos de león o hambre de belleza azul. Lo que debe primar es el pensamiento de John B. Rawls: un pluralismo moral, producto de la coexistencia en un mismo espacio político de doctrinas morales diferentes, incorporando valores fundamentales distintos y que son base de las diferentes concepciones sobre lo que es bueno para la vida. (O)