Una sorpresa muy desagradable produjo el escuchar al Presidente Lasso, en la entrevista con el periodista Carlos Vera, cuando fue preguntado sobre el por qué mantiene su administración “llena” de funcionarios del correato. Dijo, entonces, que él no tenía setenta mil personas para reemplazarlos y que por lo tanto allí seguirían.
Esto puede parecer mentira pero, desgraciadamente, es casi textual lo que dijo. Todo el país conoce que querer combatir La corrupción y la ineficiencia en el Estado manteniendo a los corruptos e ineficientes en el gobierno es poco menos que imposible. Claro que no serán todos, pero si una gran mayoría.
Lasso ha sido candidato por dos ocasiones, triunfador en ambas, aunque en la primera Correa organizó un vergonzoso fraude. Ha estado activo en la política por muchos años, fundo y mantuvo exitoso un partido político. Por eso no puedo concebir que no haya logrado hacer cuadros suficientes como para que, en caso de llegar a ser mandatario, no pueda llenar las posiciones de la administración pública con personas mejores que las que nos dejó de herencia el correa-morenato que en todo, sobre todo en corrupción e incapacidad, fueron lo mismo. De hecho, habrá excepciones y personas que merezcan la confianza de la administración actual. Pero eso habrá que ver con el tiempo. Eso debe ser tomado en cuenta al hacer cambios.
El ganar la Presidencia de la República en elecciones no significa solo el haber conseguido una grande aspiración personal sino además manejar y conducir la administración pública, entre otras cosas. El colocar a los amigos y relacionados en los altos cargos del Estado como ministerios, Direcciones Generales, Gobernaciones y más de ese nivel es apenas una parte de la responsabilidad del Presidente y su equipo. Le falta una, tanto o más grande e importante, designar a los cuadros que tienen que posibilitar la marcha del Estado. Si allí permanecen personas que fueron inculcadas, directa o in directamente, con la corrupción y las mañas que en el correa-morenato se robustecieron hasta niveles imponderables, muy poco o casi nada se habrá hecho para evitar que persista la desgracia nacional. (O)