Guillotina
La verdad es que no hay mucha ciencia en el tema. Es un concepto más bien sencillo que consiste en la disolución de los poderes representativos del Estado, en este caso, de la Asamblea Nacional por parte del presidente de la República. Cuestión que, en términos populares, se conoce como muerte cruzada. Un tema simple y burdo, además. Un mecanismo de mutua destrucción, contemplado en el artículo 148 de la Constitución, que podría aplicarse bajo las causales de arrogación de funciones, obstrucción del Plan Nacional de Desarrollo o grave crisis política; aplicado a través de un decreto ejecutivo para luego convocar a un nuevo proceso electoral.
Un subproducto político de la fallida revolución que, desde el 2008, pende sobre nuestra cabeza como una guillotina y hoy, el presidente utiliza como arma política ante un parlamento aterrado ante la posibilidad de perder sus privilegios. Será por eso que, cuando el proyecto de ley de Creación de Oportunidades se envió desde Carondelet a la Asamblea, llevó implícita una velada amenaza: “El cronómetro corre. El decreto está listo…”.
Claro, uno no puede evitar pensar que, más allá del supuesto bloqueo, hay una segunda razón de fondo que pasaría por la investigación al primer mandatario en relación a los Papeles de Pandora, su potencial participación en empresas fantasma y la posibilidad cierta de destitución, reforzada además por la dramática caída en los niveles de aceptación tanto del primer mandatario como de la Asamblea Nacional.
Sin embargo, mientras presidente y Asamblea se apuntan mutuamente con el dedo en gatillo, ¿Quién piensa en el pueblo y los desastrosos efectos que produciría este vacío de poder? ¿Quién habla del descomunal impacto en el sector empresarial y el empleo? ¿En el costo de un nuevo proceso electoral? ¿En el incremento del riesgo país y su impacto en la sostenibilidad del modelo dolarizador? No, nadie piensa en eso. Lo único que importa en el pulso político. La lucha descarnada por imponer una postura. El poder por el poder mismo. Vanitas vanitatum dijo el predicador en el viejo Eclesiastés. Vanidad de vanidades. Todo es vanidad… (O)