Muchos medios de comunicación impresos saben cuándo, cómo y porqué comienzan su travesía por el sendero de la libre expresión, una de las libertades más preciadas del ser humano.
Algunos se quedan en el camino. Entre otras, por razones económicas. Otros lo hacen por presiones, mucho más por no amoldarse a ellas. Y por otras más graves aún: por sucumbir ante el poder dictatorial de gobiernos, aunque tengan la etiqueta de democráticos, acaso ahora los más peligrosos.
El Mercurio llega este 22 de octubre de 2021 a sus 97 años de servir a quienes considera que están en la cima de su orgánico funcional: sus lectores, disgregados ahora en su edición impresa y en la digital, imprescindible esta última en un mundo tecnológico cuya revolución no para.
No ha sido fácil -para ningún medio de comunicación lo es- llegar a la número 36.671, la edición de este día. Arribamos a ese número a fuerza de credibilidad, de dar confianza, fe y calidad en sus contenidos, no exentos, claro está, de errores, propios de la actividad humana.
La pandemia sorprendió al mundo con todas sus secuelas trágicas, entre ellas la económica. No han sido la excepción para este Diario. También han constituido la oportunidad para introducir cambios; para girar la brújula a fin de informar con mayor transparencia, justo cuando las sociedades son proclives a la desinformación a causa de la permisividad de las redes sociales.
A lo largo de estos años, El Mercurio ha atestiguado las transformaciones positivas de Cuenca, del Azuay, del Austro, del país. Pero también de sus vicisitudes, de sus reclamos a los poderes centrales, muchos sin eco aún; ni se diga sobre los claroscuros de la migración de sus habitantes.
Y seguirá registrando, analizando e interpretando todo el acontecer, sobre todo de la región austral. Su riqueza cultural, artesanal, académica, sus aportes al país, sus hazañas deportivas, la calidad humana de su gente, son el condumio para un buen periodismo, cuya esencia sigue siendo la misma. Y bajo estas premisas esperamos llegar a los 100 años.