“Había un sol de siembra. La tierra jubilosa
los granos recibía,
para darlos más tarde transformados
en cosecha feliz, en nueva vida.” (La siembra, Jorge Carrera Andrade)
Josefina Cordero Espinosa –a quien la llamamos afectuosamente, Fina-, mujer de elevado espíritu y gran agudeza, lectora desde temprano; su verbo, siempre preciso; pianista y compositora; refinada en su paladar y en su gastronomía, era ella la que horneaba el mejor pan y el mejor hojaldre; contempladora del paisaje de la serranía y de su ancestral Charcay, acaba de ser celebrada por sus hijos, nietos y hermanos, en su primer centenario y como dijera el poeta, “vivió un sol de siembra”. Muchas cualidades y dedicaciones vienen al caso desde esta mujer valerosa, que hizo de la casa, su aula universitaria, en donde sus libros, su piano y su cocina la han acompañado, día a día.
Su primer centenario celebrado como debía ser -en la casa de sus padres- donde ella viviera y creciera, a la luz de ese hermoso patio que habla de una vida que ha trascendido el conocimiento y la sabiduría. Josefina Cordero Espinosa ha alcanzado el umbral de una vida enriquecida desde su mente lúcida, a través de sus hijos, nietos y un montón de amigos.
¡Su gran ilusión fue alcanzar el día en el que cumpliera sus cien años! Lo hizo con la altura y riqueza espiritual de un ser superior. ¡Dios la colme de bendiciones, en el término de su larga y provechosa existencia! (O)