Descomunal. Despiadado. Demoledor el paquetazo de Lasso (conste que la consonancia salió sin premeditación ni alevosía, sino porque si, tal como dicen los niños o porque a veces así sucede. Si a sinónimos de paquetazo reconocidos por la RAE me refiero, nos daremos de manos a boca con vocablos como suelazo, fucilazo y un interminable listado. Lo cierto es que a su conjuro subieron violentamente los precios de los alimentos de primera necesidad y todo mismo, incluidas las matrículas falsificadas que, no obstante, se pasean orondas por nuestras carreteras, como el tráfico de drogas en vía libre hacia las cárceles y, otro largo listado.
Un locro de papas, deberá hacerse con sus cáscaras, porque para que también, la plata ya no dará para más, y si nos metemos con la carne, habrá que freír su sombra, pasándola sobre la sartén. Los buñuelos de la navidad que raudamente se acerca, pasarán a ser un triste codazo de la nostalgia y si con el mote pata del carnaval nos metemos, será un recuerdo que por el hambre nos dará de lleno en la boca con la que hablamos como en la del estómago con que nos castiga el hambre. Mal se pusieron las cosas. Mal. Re mal. ¿Qué pasó? ¿En qué quedaron las ofertas de que no habría paquetazos?
Así las cosas, hemos de convenir que el lassazo o congelación del precio de los combustibles previamente elevados a cifras de difícil acceso, nos dio contra el suelo. Debieron, más bien, congelar ¡qué falta de imaginación! al Chimborazo que por el calentamiento se va quedando calvo y sin turistas, o descongelar a los Pandora Papers, para ver la cara que ponen.
Todo se ha puesto tan malo que para limpiarnos la espalda y lo que queda debajo, habrá que hacerlo con billetes –porque si en época de los Pandora valían, ya no valen nada- ¡sí! con billetes recién salidos del banco privado de quien se está imaginando. (O)