Pasajes y conflictividad social

La revisión del valor de los pasajes del servicio urbano de transporte

es otro lado de la conflictividad social en el Ecuador.

A decir de los transportistas, el incremento mensual del valor de los

combustibles, por ahora suspendido, erosionó sus ingresos, ya antes

golpeados por la pandemia.

En el país, la revisión de las tarifas del transporte es vista como una

decisión política, cuando debe primar el análisis técnico, económico y

social.

Y por ello perduran las tensiones. Los transportistas exigen lo suyo.

Las Municipalidades con competencias para decidir si alzan o no las

tarifas urbanas, forcejean y hasta echan la culpa al gobierno central.

Los usuarios apelan a su magra condición económica, se oponen al

incremento, y advierten con protestas.

Ese mismo trípode de conflictividad se ve en las demás ramas de la

transportación pública. A este nivel el gobierno ha logrado capear sus

reclamos, si bien no del todo, cuando menos para evitar su participación

en la movilización orquestada por la Conaie y las centrales sindicales.

Ahora la Agencia Nacional de Tránsito prepara una metodología prevista

en la Ley correspondiente. Se trata de un marco referencial sobre costos

operativos, rutas, frecuencias, oferta y demanda de pasajeros.

Esa metodología “no contiene números ni tarifarios”. Es más, como lo ha

dicho la autoridad máxima de la ANT, los Concejos Municipales decidirán

si alzan o no el valor de las tarifas, o las subsidian.

Varios alcaldes optan por el subsidio, a fin de cuentas pagado por el

mismo pueblo.

En el caso de Cuenca, el pasaje actual es de USD 0,31, de los cuales un

centavo lo subsidia la Municipalidad. Y si bien hace más de un año el

Concejo Cantonal aprobó una tarifa de USD 0,34, no se la aplica. Esto

reclaman los transportistas. De allí el conflicto, y más todavía si

restringieron el horario del servicio y han sido denunciados.

Solucionar con serenidad, prontitud y diálogo contribuirá a resolver la

conflictividad social derivada de tales exigencias. Ojalá así lo

entiendan los alcaldes del país.