OTRO ANIVERSARIO

VERSIÓN DE UN SUCESO NO OCURRIDO


Por entonces, cuando ocurre este hecho, Cuenca era una ciudad serena y tranquila, con muy pocos sucesos que alteren su calma. En efecto, el 04 de noviembre de 1985 los cuencanos, en su mayoría dormían apaciblemente cuando una llamada telefónica alertó a la familia Cobos-Mera para que se pusiese a buen recaudo; pues, en breves minutos ocurriría un fuerte y devastador terremoto que, por sus proporciones, acabaría con la infraestructura arquitectónica de la urbe y seguramente con la vida de las familias si no se toman inmediatas medidas de protección.

Esta llamada sería la primera de una larga acometida telefónica que puso en zozobra el sistema de comunicación por la enorme demanda de abonados que se comunicaban unos y lo trataban otros de pasar la terrible noticia a sus hijos, padres, amigos, hermanos y más allegados que disponían de escasísimos minutos para movilizarse a espacios descampados que eviten los efectos del derrumbamiento de edificios, casas, postes, cables, etc, que acarreen heridas, lesiones y muerte.

Al escuchar la improvisada información de las emisoras de radio, insistentemente se solicitaba que la ciudadanía se alejase de sus domicilios. Del modo como se cuenta, se propagó una noticia que hizo ver la capacidad solidaria de la gente que: en bicicleta, moto y otros vehículos dejaban sus casas en busca de espacios abiertos.- Las sillas de ruedas con sus discapacitados, los abuelitos, infantes, perros, gatos y garabatos, eran ayudados a escapar de semejante hecatombe que ocurriría ya mismo.

Oraciones pronunciadas entre sollozos y arrepentimientos, estaban creando no solo un murmullo sino una suerte de aterrador sonido que anticipaba la desgracia.- Carros de auxilio como ambulancias, motobombas y otros tantos pululaban sus sirenas, por el aire convulso de la ciudad. Alguien en el apuro de huir, traía puestos dos zapatos diferentes, otros en pijama, otro semidesnudo o semivestido y, los más, ligeramente dispuestos a enfrentarse con el siniestro ad portas. Algún perro era embarcado no por el amor a la mascota mismo sino por constituir comida de reserva si fuere necesaria.

Cofres de joyas, alcancías, objetos de valor, eran motivo de gritos y exigencias entre los miembros de la familia, unos anteponiendo la emergencia y otros, el interés.

Al menos 200.000 personas tomaban diferentes direcciones sin que hubieran rutas de evacuación y al son de “sálvese quien pueda” se produjeron choques y rozamientos vehiculares, abandono de domicilios, enfermedades producidas por la fría noche y, en fin, tantos efectos perniciosos fruto de los agoreros inconsultos e ignorantes.

Solo después de algunas horas pudo restablecerse la calma que era clamada e invocada por quienes antes habían originado el caos.  Por las radios se difundían las opiniones de conocedores de la materia que sostenían -unos con más fundamento que otros- que científicamente no era posible predecir este tipo de desastres como temblores y terremotos. Que aún no se habían implementado métodos para disminuir su devastación.

Así lentamente fue volviendo la normalidad. No obstante, no pocos sufrieron los embates del robo y aprovechamiento de los oportunistas.

Ya en medio del regocijo sobreviniente, se cruzaban copas y canelazos por la resurrección.

Quién o qué mentes calenturientas generaron el pánico que puso en vilo a toda una ciudad?.- No fue posible entonces peor hoy, encontrar autores pero………….este es un hecho que pasó a la historia como “La Noche de los Giles” conforme el calificativo que lo diera el periodista prematuramente desaparecido don José Edmundo Maldonado Samaniego en una jocosa nota de prensa que con el seudónimo de Mauricio Babilonia, publicó en el Diario El Mercurio.

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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