Tal como se perfilan las cosas, la terca posición de los movimientos sociales y del presidente sobre el precio de los combustibles, hace presumir que el diálogo quedará en un simple enunciado, como es usual que ocurra en nuestra república de papel. Con la intransigencia como bandera de lucha, parecería que los contendientes le dicen al país a voz en cuello que solo dialogarán con las personas que estén de acuerdo con ellas. He allí la anarquía haciendo de las suyas. Así las cosas. Todo se vuelve cuesta arriba. Si se quiere superar el conflicto, no hay otra fórmula que la mutua cesión de posiciones y, desde luego, el encuentro de aquellos acuerdos que den luz verde al pacto al que se llegue, sino todo será necedad vs. necedad o palo con piedra y viceversa, que da lo mismo.
Entonces, si queremos que la democracia subsista, es preciso que evitemos que se repita el dantesco cuadro de octubre del 2019, en el que el desenfreno dio paso a que la Contraloría fuera tomada y varios de sus comprometedores archivos quemados para proteger turbios intereses del correato, copartícipe del execrable episodio, el secuestro de varios policías, la invasión de la Casa de la Cultura, el incendio de varias instituciones icónicas y, todo, para que el expresidente Moreno se arrodillara –en sentido figurado, claro está- ante los dirigentes de la CONAIE.
Para evitar que los siniestros episodios se reproduzcan, hay varias posibles salidas: La conformación de una comisión –por ejemplo- integrada por ciudadanos respetados en y por el país, a quienes se les confiaría el cometido de acercar posiciones y viabilizar los acuerdos, independientemente de cualquier otra medida que apunte a la conciliación nacional. Caso contrario, las llamas de la disolución irrumpirán y quemarán todos los escenarios, incluidos los propios contendientes. (O)