Obras literarias editadas por instituciones públicas no llegan al público sin un plan de distribución

Hace quince años, el escritor Carlos Vásconez había publicado un libro de cuentos a través de la Dirección de Cultura del Municipio de Cuenca. El tiraje fue de 1.000, y de ese número, 150 obras fueron entregadas al autor. ¿Qué paso con el resto de ejemplares? Vásconez nunca lo supo.

Esa historia se repite entre varios escritores de la ciudad: no saben y no encuentran las obras que fueron editadas por las instituciones públicas porque los planes de distribución nunca fueron claros.

Aquella realidad, hasta ahora, no ha variado mucho: hace unos días, la directora de la Dirección de Cultura, Tamara Landívar, contó a El Mercurio que, cuando ella había asumido su cargo a finales de febrero de 2020, se encontró con 14.108 libros que habían sido editados por las administraciones anteriores y que no habían sido distribuidos. ¿Por qué?

Según Landívar no había una estrategia para compartir las obras más que en la propia presentación: llega una persona y recibe un ejemplar, y el resto de libros terminan embodegándose. 

Así fue cómo se llegaron acumular tantísimas obras que, en gran medida (12.409 libros), en este último año y medio ya fueron distribuidas por distintos canales.

“Nosotros sabemos que todavía estamos en pañales en tema de distribución, que tenemos que armar una mejor distribución y una red. Esto no es un problema solo de acá. Recién hice unos estudios sobre publicaciones, y es un problema latinoamericano”, opinó Verónica Neira, quien trabaja en la Casa Editora de la Universidad del Azuay.

En Cuenca no es la primera vez que se habla sobre los problemas de la distribución de libros: en el 2019, el Centro PEN Ecuador ya analizó y debatió las debilidades que hay en la ciudad y el Ecuador en cuanto a la manera en cómo se distribuyen las obras por medio de las instituciones públicas.

“Tenemos una falta de experiencia notable y una empresa editorial en el Ecuador. Salvando a la campaña Eugenio Espejo, no existe una experiencia. En Cuenca tenemos varios problemas”, dijo Carlos Vásconez a diario El Mercurio.

Criterio técnico

Si no se sabe cuál es el público real y se piensa en un tiraje excesivo, para el escritor Juan Carlos Astudillo, desde allí empieza el problema. Sin criterio técnico, con la mantención de la idea de crear por crear obras, y de un número considerable de impresiones, según Astudillo, entonces los libros se embodegan.

El tiraje es un factor fundamental para saber qué hacer con las obras que editan las instituciones públicas de la ciudad. De ello también se dio cuenta la Casa Editora de la Universidad del Azuay, cuyas obras no superan las 150 impresiones.

En otras instituciones hay obras que llegan a los 1.000 ejemplares, un número complejo en el mercado editorial de la ciudad.

“Hay una necesidad de saber la importancia de saber cómo llegar a los lectores con un tiraje coherente y racional. Por otro lado, con el tiraje también se necesita un plan de distribución. En Cuenca ha ido mejorando en algo por la presencia de editores independientes que se han profesionalizado”, dijo Astudillo a El Mercurio.   

Aun así, la ciudad y el cantón, que sabrá muchísimo menos de las obras que se editan, necesita de urgencia una solución para que en los próximos años no se vuelva a repetir lo que se conoció hace unos días: encontrarse con miles de libros encartonados a la espera de un lector. (I)

Andrés Mazza

Periodista y fotógrafo. Escribe sobre cultura, educación, migración y astronomía.

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