Parece ser la consigna que firmaría y ratificaría todo estudiante de derecho previo a la obtención de su título como abogado de los tribunales de justicia. Que sí sucede, y por supuesto, es la esperanza con la cual se forman a las generaciones de juristas desde las Facultades de Derecho.
Pero hay un sentido aún más amplio. Defender a la gente, es estar con la gente. Coincidir con su realidad, sus problemas, sus temores, sus miedos, sus derrotas y sus preocupaciones. Es compaginar el camino por construir con la herencia recibida de las históricas luchas sociales que no pueden ser olvidadas. Siempre se repite y tiene sentido: la sociedad no puede perder los derechos o sus triunfos que han costado mucho, sangre y vida, para que sean reconocidos. Defender a la gente, es estar con sus luchas. Con su historia y con su futuro.
Cuando se habla de una crisis, se piensa que se convoca a la catástrofe o desastre. Se mira como la pérdida del control sobre lo que teníamos control. La normalidad se ausenta y entramos en un espacio de tipo extraordinario. Pero no. Etimológicamente, el término crisis es más cercano a “criterio”, es decir a la base con la que se reflexiona o analiza una decisión para que ésta sea la más correcta posible. Si se quiere, crisis convoca a la urgencia por tomar decisiones, pero en base a un alto sentido para que ella tenga la cercanía a un acierto. Eso es crisis.
Y claro que hay crisis en el mundo. Hoy es un tiempo de crisis. No como un momento de mantención del status quo. Sino de transformación. De la necesidad de adecuación y cooperación. De decisión en base a un criterio mesurado. En donde el criterio prefiera la cercanía de nosotros. No del individualismo ni de la jorga. Si no, de lo nuestro, de defender a la gente y sus ideales, con sus sueños y comprensiones, con sus ilusiones. De estar junto a la gente, de defenderlas, de luchar con ellas. Con sus temores y sus miedos. ¿Cómo? Así, juntos. (O)