Que la Corte Penal Internacional procese las denuncias sobre crímenes de lesa humanidad, supuestamente cometidos por el gobierno venezolano de Nicolás Maduro, está bien. Es su misión. Pero debe proceder igual contra el régimen colombiano de Iván Duque, que carga con 92 muertos, cientos de heridos, miles detenidos, millonarias pérdidas durante los noventa días de manifestaciones públicas. Al mandatario chileno Sebastián Piñera habría que juzgarle por similares razones. Y si defender el estado de derecho se busca, los cuestionamientos alcanzan no sólo a Honduras o Nicaragua, sino Estados Unidos cuyos pasados comicios son conceptuados fraudulentos por el expresidente Donald Trump. Mientras la irrupción popular al Capitolio el 6 de enero, tiene el calificativo de “asalto a la democracia”.
Lamentablemente el mencionado organismo multilateral y varios otros, están sometidos a los poderosos del mundo. Nada hacen la ONU ni la UE cuando Rusia, Norteamérica, la CIA, la KGB, la OTAN, Gran Bretaña, Alemania, Francia, China, arman guerras, provocan invasiones, asesinan inocentes. En nuestro continente la OEA persigue preferentemente a quienes no son fieles con Washington.
Es que poseen dinero, armas, grandes medios de comunicación, tecnología. Cada instante constato las disímiles versiones de los hechos transmitidos por las cadenas CNN y Telesur, bajo un objetivo común sin embargo: reafirmar y ampliar su bipolaridad hegemónica bélica y comercial.
Nominalmente la guerra fría concluyó, pero tratándose de buscar dominio geopolítico, la veo más feroz que nunca. Reconozco eso sí la capacidad superior mostrada por la potencia norteña, que pese a tener igual vigencia como Estado independiente respecto a los demás países de la región, se alza sobre ellos y de muchos a nivel global. (O)