Quienes conocieron a José Castellví concuerdan en tres características que formaban parte de su personalidad: cuando llegó a Cuenca se enamoró de la ciudad; era un educador notable, un profesor de vocación; y cristalizaba sus ideas, cumplía con sus propósitos.
Y para quienes no lo supieron, solo basta con adentrarse a su vida, que se apagó ayer con su fallecimiento.
José Castellví, quien nació el 3 de octubre de 1926 en España, llegó a Cuenca a mediados del siglo pasado sin saber que se quedaría hasta el final de sus días. Tampoco supo que levantaría lo que hoy conocemos como la Orquesta Sinfónica de la ciudad.
En principio, el español fue profesor de los colegios Benigno Malo y La Salle. Sin embargo, Cuenca lo vería en todo su esplendor cuando asumió la dirección del Conservatorio Nacional José María Rodríguez, en 1970.
Dos años después, Castellví conformó la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Nacional José María Rodríguez, que luego se convertiría en la Orquesta Sinfónica de Cuenca por decreto presidencial.
“El maestro Castellví es el mentalizador, el iniciador de esta orquesta. Sin él no estuviéramos hablando de una orquesta que ha crecido y que está en las vitrinas de todo el mundo”, opinó Augusto Carrión, director titular de la Orquesta Sinfónica de Cuenca.
Carrión conoció a Castellví cuando él era el director del José María Rodríguez, a finales del 79. En aquel entonces ya se veía a un hombre de mucha energía y proyección, que pensaba en el futuro, en la institucionalidad y la profesionalización de los músicos.
Para él había la necesidad de que los músicos muestren más que su talento. Lo que el español quería era un espacio para que haya profesionales de la música.
“Él fundó la escuela de musicología para que los músicos de la sinfónica tengan la oportunidad de obtener un título universitario, para que puedan respaldar sus habilidades con un título. Y esa escuela tuvo mucho éxito. Y de allí hay algunos egresados y profesionales que ocupan cargos importantes”, dijo Luis Urgilés.
Luis conocía a su maestro como Don José. Siempre lo consideró como un educador porque José llegó a Cuenca como hermano cristiano para ser profesor, de allí, una vez instalado, empezaría a dejar un legado que ayer la Orquesta Sinfónica de Cuenca y un grupo de personas que conocían a José recordaron antes del entierro.
“Toda su vida la hizo en Cuenca. Y él encontró en monseñor Luis Alberto Luna al pastor que reconoció su capacidad. Monseñor Luna le motivó para que él terminará sus últimos días como sacerdote. Él se ordenó con monseñor Luna y estuvo prestando sus servicios algún tiempo en la catedral”, agregó Urgilés.
Sin lugar a las dudas, para las personas que conocieron al español que amó Cuenca, la ciudad, una vez más, ha perdido a uno de esos personajes que ya no se repiten, de esos personajes que pensaron en el desarrollo no solo personal sino colectivo. (AWM)-(I)