Las catástrofes producidas por la fuerza del agua, por huracanes cada vez más devastadores, por los veloces, incontenibles y arrasadores incendios, por los movimientos telúricos, las erupciones volcánicas y los constantes deslaves con que la tierra nos sacude no son todavía motivos suficientes para que la codicia humana y el sinsentido de esta suicida civilización cambie hábitos de consumo y, por tanto, de producción y de generación de basura. El planeta no da más como tampoco un país como el nuestro en donde el silencio de las autoridades es tan aterrador como el doble discurso con que se maneja la política ambiental ecuatoriana y que da la espalda no solo al llamado de la ciencia sino al grito desesperado de quienes han cuidado y custodiado la naturaleza desde tiempos inmemoriales como son los pueblos originarios. Pero, además, en medio de este desolador panorama, nuestro país arrasado por una profunda crisis económica y ética se encuentra en medio de una dolorosa y profunda crisis humanitaria que ha llegado a mostrarnos las peores y las más aterradoras patologías de la violencia, del crimen y del terror de mafias y redes delincuenciales que se disputan el territorio ecuatoriano como centro mundial de distribución de la droga bajo un Estado fallido y un Gobierno sin estrategias de seguridad sustentadas en políticas sociales que rompan las grandes e históricas inequidades sociales e incapaz de responder como le corresponde ante los cientos de muertos en las cárceles ecuatorianas: la sociedad ecuatoriana está de luto. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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