La conciencia por la preservación del ambiente tiene una actitud que es llevada a cabo por los países más industrializados, es tan necesaria ante un aire estropeado por el calentamiento global, que nunca se preguntaron a donde conduce este tipo de industrialismo tan fogoso como discutible; donde se hunde la raíz primera de todos los males, y el tiempo les dio las respuestas, que no cuentan las pérdidas de la biodiversidad, por la llama y los vapores del CO2.
Estos problemas ya se venían venir hace 15 o 20 años. Cruzando las zonas de cualquier gran ciudad industrial, uno divisaba, allá al fondo, la calle sin salida, el túnel negro de la falta de la reconversión industrial; si bien es verdad que es algo eterno la “biogeocenosis” y su ecosistema, es imposible distinguirlos con precisión, por lo menos no desaparecen como los fantasmas al amanecer. Pero observamos los rostros impecables de tecnócratas…Y solo hallamos en ellos entusiasmo desarrollista, firmeza extractivista y resolutiva…
Hoy los países desarrollados establecen ciertos controles ya que sostienen que los cuidados nos atañen a todos, la contaminación ocasionada por la gran industria, sino que también hay que evaluar la posible contaminación causada por el producto final.
El propósito de estos controles es evitar el prejuicio que provoca los pasos de la cadena de producción, sino también durante el uso y los remanentes del producto. Cada industria deberá respetar la emisión máxima autorizada de elementos contaminantes, pagando impuestos de limpieza y además incentivándoles a invertir en investigación agroambiental. ¿Acaso hay algo perpetuo en nuestro mundo? Recuerde una sentencia opresiva, lenta pero implacable, terrible y pavorosa, como es el cambio climático. (O)