La realidad en las penitenciarías del país se torna día a día en “crónica de una muerte anunciada”. Dolorosa situación que el Gobierno debe asumir, cuanto antes, a fin de evitar que este drama se vuelva aún peor, en razón de que al momento se registran cuatro episodios lamentables con 62 fallecidos, los que deberán sumarse a los anteriores decesos registrados, en semanas pasadas, en algunas cárceles del Ecuador.
La denominación de “Centros de Rehabilitación”, de por sí, consigna una gran ironía, puesto que tal como están configurados, estos Centros son instancias en donde se produce el hacinamiento y la destrucción del ser humano. Se deberá comenzar por aplicar la libertad a aquellos presos que responden a un tiempo ya por concluirse o a penas irrisorias que constituyen una situación preocupante, puesto que en esos lugares se hacinan criminales de alta peligrosidad que deberán ser recluidos en celdas de enorme seguridad y establecer categorías y diferencias de los reclusos, en atención a sus trayectorias.
El Gobierno, luego de aminorar la población carcelaria, liberando o redistribuyendo a aquellos internos que han cumplido su condena o están mal ubicados, deberá instalar talleres en distintos oficios y aprendizajes, para retomar el objetivo y razón de ser de un “Centro de Rehabilitación” y, por tanto, la consecuente reintegración de un sujeto encarcelado por una pena, a la sociedad civil, a la que se pertenece.
Aspiramos que esta tragedia vivida en las cárceles del país, pronto baje su nivel de gravedad y vuelva a estos Centros, una vida más llevadera, para quienes ahí se encuentran recluidos. (O)