Creyente en su método y de oídos sordos a las críticas, Óscar Washington Tabárez marcó una etapa en la selección uruguaya, donde pocas veces se lo vio levantar la voz, y en el fútbol mundial, ya que, tras más de 15 años de trabajo, hasta este viernes era el técnico más longevo en un banquillo nacional.
Líder del proceso que devolvió a la Celeste a lo más alto del fútbol mundial, el entrenador llevó a cabo una labor admirada y elogiada por propios y extraños que ha concluido con el sinsabor de los malos resultados obtenidos en las eliminatorias del Mundial 2022.
Hijo de ‘Chicha’ y Óscar, Tabárez se crio en un barrio en el que jugar al fútbol con sus amigos era una actividad diaria.
Como cada niño uruguayo, recibió una pelota de regalo alguna vez, tal como le contó a Horacio López en el libro «El camino es la recompensa», impreso en 2012.
Coleccionó canicas, trompos y cromos con los que fue conociendo a varios futbolistas.
Durante su etapa como entrenador de la selección, fueron los niños uruguayos los que dejaron de lado los videojuegos y transitaron por la principal avenida de Montevideo acompañados por un mayor en busca de las piezas para llenar el álbum con las imágenes de sus ídolos celestes.
El cuarto puesto obtenido en el Mundial de Sudáfrica 2010 y la Copa América conquistada en 2011 llevaron a que los más chicos cambiaran sus camisetas de equipos europeos por las celestes de Diego Forlán, Luis Suárez o Edinson Cavani.
Hasta los 12 años, Tabárez nunca pisó una cancha. Jugó en un campo baldío, en la calle y en el hormigón. En esa época no existía ese ‘baby fútbol’ del que el entrenador siempre habló maravillas.
«En algún partido de ‘baby fútbol’ va a haber un jugador que en poco tiempo va a estar en la selección de Uruguay, porque todos los que han estado han pasado por el ‘baby fútbol’. De ahí salen los grandes jugadores, de ahí nacen los sueños, de ahí nace la cultura futbolística, de ahí nace este proyecto de selecciones», señaló durante una entrevista con Efe en 2020.
Amante de las letras y la filosofía, Tabárez estudió un año de Derecho, aunque finalmente fue Magisterio la carrera que le daría el título fuera de las canchas.
Padre de Tania, Valeria, Laura y Melissa, ‘el Maestro’ dio clases en los modestos barrios montevideanos de Cerro, Paso de la Arena y La Teja.
Aunque en el mencionado libro aseguró que da «muy poco espacio» en el tiempo que tiene a la lectura, se definió como un «ratón de librería» que vivió «en la gloria» durante su etapa como director técnico del Real Oviedo español.
Entre 1967 y 1978, Tabárez llevó a cabo una carrera de 11 años como futbolista, en la que pasó por cinco equipos uruguayos y uno de México. El Bella vista fue el conjunto en el que cerró su etapa dentro de la cancha y en el que comenzó la que desarrolló al otro lado de la línea blanca.
Las divisiones menores de Uruguay le dieron en 1983 su primer título en unos Juegos Panamericanos. Cuatro años después, como entrenador del Peñarol levantó la Copa Libertadores al derrotar en la final al América colombiano.
Tras pasar por Colombia, Argentina, España e Italia, ‘el Maestro’ retornó en 2006 a ocupar el cargo de entrenador de la selección uruguaya, ese que ya había ejercido entre 1988 y 1990.
Tras cuatro años sin trabajar, volvió a ejercer una profesión que, desde su punto de vista, tiene puntos en contacto con la docencia. «Los dos conducen grupos, tratan personas y se deben ocupar de la individualidad de esas personas», aseguró en el mencionado libro.
Ese fue el comienzo de un largo proceso de 15 años en el que el respeto y la solidaridad fueron tan importantes como el trabajo con los juveniles.
Allí el Celeste fue un color que unió a gran parte de los uruguayos, que llenó estadios partido a partido. No obstante, Tabárez también recibió críticas por parte de los que nunca compartieron la forma de jugar de la selección.
Pese a esto, el director técnico siempre confió en su método ya que para él, «el éxito no son solo resultados, sino las dificultades que se pasan para obtenerlos y la lucha permanente, y el espíritu de plantearse desafíos, y también la valentía para superarlos».
Así lo afirmó en 2010, durante un discurso en el que pronunció tal vez su frase más famosa: «El camino es la recompensa». EFE