Y si escribimos el anuario de la modernidad, de la nueva modernidad, de la modernidad que emerge triunfante como fruto de la historia que caminamos hacia la cumbre de nuestra sociedad.
En el capítulo uno deberíamos hablar del calentamiento global como producto del modelo de crecimiento infinito en un planeta finito, de como entre polución, contaminación, extinción de especies, deforestación, extensión de la frontera agrícola, descongelamiento de los polos, contaminación del aire y el agua, nos inventamos el concepto de cisne verde para explicar que lo inexplicable es normal y pasará de nuevo, pasará de vuelta y pondrá a prueba nuestra resiliencia.
El capítulo dos podríamos dedicar a la pandemia, contar la historia del efecto de un virus zoonótico que se expandió por el mundo y nos convocó a la cruzada mundial por la vacuna que pone en evidencia, una vez más nuestra resiliencia, pero tristemente también nuestra carente capacidad global de solidaridad y empatía.
En el capítulo tres hablemos de corrupción de cuentas offshore y paraísos fiscales, hablemos de los Fifa gates, los Panamá papers, Ina papers o Pandora papers, hablemos de precios y sobreprecios, hablemos de impunidad, hablemos de silencio…
En el capítulo cuatro hablemos de violencia, esa violencia que nos mueve y conmueve, que nos obliga a cerrar los ojos cuando escribimos la historia del nuestro sistema de rehabilitación social. Crudo, sórdido, desolador…
Somos un anuario en rojo que se cuenta en voz baja; pero somos mucho más que eso, somos el pasado acumulado, somos el producto del tiempo que camina la historia, somos los errores, pero también los aprendizajes, somos y tenemos el irrenunciable derecho a ser una decisión:
¿Seguimos siendo el silencio permisivo que deja la barca naufragar sin rumbo o asumimos la responsabilidad de transformar la historia? (O)