En la noche del viernes 12 y madrugada del sábado 13 de noviembre de 2021 se desató un nueva ola de violencia en la Penitenciaría de Guayaquil, que deja como saldo al menos 62 presos muertos.
Este el segundo episodio más grave que se vive en el Centro Carcelario de Guayas, y por cierto el más grande del país, a tan solo dos meses de un enfrentamiento entre bandas delictivas que dejaron un saldo superior a cien personas muertas, quienes se encontraban detenidos por diverso motivos. Nos sorprende otra noticia de una nueva masacre, en esta oportunidad, los disparos comenzaron a escucharse en los barrios vecinos a la Penitenciaría del Litoral, el viernes por la noche; sin embargo no hubo pronunciamientos oficiales sobre este desagradable acontecimiento, hasta las primeras horas de la mañana del sábado. Las informaciones eran confusas, porque no se tenía cifras exactas de los fallecidos, pero finalmente, voceros de la Fiscalía General del Estado, nos hablan de 62 muertos y al menos 25 heridos, que fueron evacuados a casas de salud, para que reciban atención médica, al mismo tiempo que se afirma que se iniciará una investigación previa, para establecer responsabilidades sobre los autores de la masacre. Se atribuye este doloroso acontecimiento al hecho, que otros reclusos quieren someter a los detenidos del pabellón 2, por cuanto en la actualidad no hay cabecilla (Jefe) en el pabellón, que hace días había sido liberado por un juez, por cumplir los requisitos para su libertad controlada.
De poco o nada ha servido el estado de excepción, y las fuerzas del orden no avanzan a controlar estos brotes de violencia, que tienen en zozobra a los moradores del sector donde se ubica la Penitenciaria y a los ecuatorianos que miramos absortos como el crimen organizado avanza a pasos gigantescos, poniendo en serio riesgo la seguridad de los ciudadanos. Falta una semana para que concluya el estado de excepción, el mismo que se prorroga por treinta días más, si hacemos un balance real, verídico, estadístico y comparable, veremos que en materia de seguridad en el país, nos falta mucho para erradicar la corrupción, el narcotráfico, el tráfico de armas, el crimen organizado, las bandas delictivas que operan en centros carcelarios y otros, que no permiten el desarrollo de nuestra amada Patria. Es hora de cambiar las estructuras políticas que es el meollo del asunto y reformar las leyes, especialmente en materia penal, elaborar una nueva Constitución, para proteger a la fuerzas del orden y no a los delincuentes que ya tienen suficiente protección con los denominados derechos humanos, que frenan una eficaz aplicación de la Justicia y alcahueta al crimen organizado para que siga haciendo de las suyas, en un país digno de mejor suerte, que llegó a tal estado de descomposición precisamente por haber destruido estructuras sociales, políticas y económicas por los «camaradas» de la Revolución Ciudadana que han causado gravámenes irreparables a la Patria nuestra y de nuestros mayores. (O)