En la vida ¿qué es nuestro? ¿a qué podemos sentir nuestra? ¿qué llamamos nuestra? ¿En dónde se encuentra la fortaleza de decirla nuestra?
No hay duda. Lo que sea nuestra o podamos sentirla así, es porque tiene una profunda comprensión íntima, sensible y del ser, yo diría del alma. No es una visión utilitaria, de cálculo, egoísmo, violencia o patrimonio. Al contrario, ya está claro -como se suele decir- que en la vida nada nos pertenece. De acuerdo. Pero sí son nuestras las emociones, los sentidos, las ilusiones, el esfuerzo, el estudio, el trabajo y los sueños. Aquello, claro que nos pertenece. Claro que es nuestro.
Lo que es nuestro rebasa la definición estrictamente artificial para ubicarse en lo vivencial y armónico de cada día. De la mirada con la que empezamos la mañana y las ilusiones y utopías con las que vivimos intensamente una nueva jornada.
Así, por ejemplo, es nuestra el alma, el espíritu de alegría y respeto, lo que uno siente, lo que uno cuida, lo que es motor del día a día, lo que se lleva mi pensamiento. Es nuestra la ilusión para levantarse, salir, empezar y volver a empezar, mirar lo que amamos, transformarlo en el tiempo y defenderlo. Sí. Transformarla y defenderla para su razón y sentido.
Eso es nuestra. Lo que llevamos tan dentro como parte del hogar mismo. Lo que nos inspira tanto como el progreso íntegro y horizontal de los que amamos. Lo que nos entrega alegría y vida. Es nuestra lo que se vive con el alma. Lo que nos enciende para esforzarnos un día más. Lo que no puede quedar en un estado paralizante y aún menos del ayer.
Entonces, para quienes estudiamos, trabajamos y servimos a la sociedad desde la admirada Universidad del Azuay, sabemos su camino y destino, sabemos que es: nuestra UDA porque la vivimos, porque la defendemos y respetamos, porque la sentimos con el alma. (O)