Un presunto sabotaje en el kilómetro 49 de la vía Cuenca-Molleturo-El Empalme fue denunciado ante la Fiscalía por autoridades del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP).
A esa altura de la vía se produjo un macrodeslizamieno el 11 de agosto de 2021. Desde entonces el cerro no deja de desmoronarse. Está suspendido el tráfico vehicular para evitar fatales consecuencias, más de la ya ocurridas.
Según las pruebas sobre aquel presunto hecho, calificado como de terrorista, varias personas provistas de grandes mangueras echan agua en las grietas de la montaña y hasta habrían colocado explosivos.
A juicio del MTOP el objetivo de esas acciones sería acelerar el colosal derrumbe.
Videos, fotografías y testimonios son parte de las pruebas, y hasta la sustracción de un teléfono celular a un técnico de ese Ministerio.
Corresponde a la Fiscalía investigar los hechos. Mientras más pronto, mejor.
Según videos difundidos por los medios audiovisuales, se ve a personas echando chorros de agua sobre la cima de la montaña. Y lo habrían hecho desde tiempo atrás.
Un informe técnico determinará cuan efectivas resultan esas acciones para el cumplimiento de los supuestos propósitos, materia de la denuncia; e igual sobre el uso de explosivos y sus consecuencias para ese mismo fin.
Cuando el MTOP está por contratar la empresa encargada de estabilizar el talud a un costo de USD 5,8 millones, y se sienten los efectos económicos de llegar, desde Cuenca a Guayaquil y viceversa, por la vía Cañar-La Troncal, o la Cuenca-Girón-Pasaje, preocupan los hechos denunciados.
Frente a las denuncias asoman los aludidos y ya se ponen a la defensiva. Más bien echan la culpa al MTOP por el cierre de la vía. Nadie niega las consecuencias de esta decisión, tomada por precaución, hasta por lógica; pero solucionar técnicamente un macrodeslizamiento no se compara con “sacar leche y hacer quesos enseguida”.
Los fenómenos naturales deben entenderse como tales, y ante ellos al hombre le corresponde actuar con ponderación.