Hoy más que nunca el pueblo indígena del Cañar, al igual que otros pueblos indígenas del Ecuador, viven un proceso fuerte de cohesión étnica, cultural y política, que a nuestro modo de ver nació décadas atrás; primero, como un proyecto de fortalecimiento de la identidad étnica en donde los miembros de este pueblo se ven a sí mismos como culturalmente diferentes de otros agrupamientos y son, a su vez, vistos por los demás de igual manera.
Esta identidad se forja no solo, a través de un origen histórico, sino que es la sumatoria de diversos factores; Yumén R. plantea que, “Actualmente, no se habla de la identidad como un elemento único que viene dado por su origen y que no cambia. La nueva perspectiva prefiere hablar del proceso de formación de identidades que se verifica en una entidad. Reconoce que este proceso tiene raíces en el pasado que van trascendiendo hasta el presente, pero también afirma que, a través del tiempo, ese proceso sigue en constante transformación recibiendo el impacto de diferentes contextos sociales y territoriales”. (2004).
Con este antecedente, el pueblo cañari como así suele identificarse hasta la actualidad en el contexto provincial y nacional, a pesar de tener un origen en el pasado en el cual primeramente se explica su génesis, a través del mito del diluvio y de las guacamayas, que al mismo tiempo otorgó la descendencia de un tronco común (mítico), y un origen fruto de la evolución social local y de la sumatoria de varios componentes étnicos provenientes, sobre todo de la región amazónica y de la costa ecuatoriana, y que según. M. Uhle y G. Suárez, se atribuye también un origen centro americano (mayoide), vemos que, a través de varios periodos históricos el pueblo cañari experimentó constantes transformaciones en su composición étnica y por ende en la cultura, modificándose así su identidad originaria.
Siglos posteriores la región cañari (Azuay- Cañar), nuevamente experimentó cambios en su estructura socio-cultural, fruto primero de la conquista inca (1463), y luego de la invasión española (1532); sucesos históricos, a través de los cuales se impuso nuevas lenguas (quichua y español), y otras religiones (culto al sol y a Cristo); con el sistema mitmac o mitimae, impuesto por los incas como mecanismo de control político y laboral, nuevamente se inserta en este territorio otros componentes étnicos provenientes de Cajamarca, Huancabamba, Ayabaca, lago Titicaca, Bolivia y Chile, lo que conllevó más tarde cambios en la estructura poblacional, configurándose para el siglo XV una población con orígenes distintos. Finalmente, con la presencia de los españoles a inicios del siglo XVI, complementa este mosaico étnico, aunque este hecho histórico amerita otro análisis bajo diversas connotaciones más de carácter social y económico.
En este contexto histórico de evidentes cambios y transformaciones étnicas, culturales y sociales, ocasionadas en siglos por estos hechos históricos, hemos identificado también un permanente sincretismo desde un tipo biológico, hasta cultural; sin embargo, la identidad étnica CAÑARI fundamentada como pueblo y territorio, vemos que no ha desaparecido; más bien es notorio el proceso de fortalecimiento y posicionamiento como (nacionalidad, pueblo y cultura) a nivel ecuatoriano y latinoamericano.
En este proyecto de recuperación y fortalecimiento de la identidad cultural del pueblo cañari a través de recobrar su etnicidad, no es desconocido que hay un trasfondo político, que se encubre en esta especie de búsqueda de identificación, o mejor dicho en una conciencia de clase (indígena) o conformación de movimientos de conciencia étnicos o redes locales con las que se intentan alcanzar ciertos objetivos sociales y políticos, para solamente así consolidar a través también del voto, espacios de participación y poder en los gobiernos a nivel local, regional y nacional.
En este análisis y reconstrucción de la identidad de lo cañari, conviene proponer una recuperación de lo que dicen los datos etnohistóricos, para que sirvan como referente para así establecer parangón con los grupos y comunidad indígenas identificadas actualmente también como cañaris.
Insistimos que la pertenencia étnica del pueblo cañari se expresa, por medio de la descendencia de un tronco o ancestro común que fuera incorporado al mito de origen, representado por seres míticos, personificados en una Guacamaya (ave de origen amazónico) con rostro de mujer, y la otra representado por la serpiente o leoquina. A partir de este mito se explica, no solo el génesis del pueblo cañari, sino también el surgimiento de la primera (familia) que llegó a constituirse en el núcleo de la sociedad primigenia.
De aquí entonces que la primera forma de organización social del pueblo cañari se sustentó en el ayllu que estaba integrado por el padre, la madre y la descendencia o los hijos; el ayllu estaba regido por normas de convivencia, linaje, relaciones de producción y por la religión, y a su vez eran determinantes los roles que cumplían los hombres, las mujeres y luego el resto de miembros. Danbolt L, al referirse a la familia de los cañaris dice que, “habían diferencias sociales, pero no diferencias de clases. Se cree que la única nobleza que existía era el Señor y sus miembros de familia, y el resto de población estaban en igualdad de condiciones sociales” (1997).
En cuanto a la mujer o madre cañari afirman que, “son estas mujeres para mucho trabajo, porque ellas son las que cavan las tierras y siembran los campos y cogen las cementeras, y muchos de sus maridos están en sus casas tejiendo e hilando y aderezando sus armas y ropa, y curando sus rostros, y haciendo otros oficios afeminados” (Cordero O. 1986). De los hombres en cambio se dice que, “estos son llamados señores que se casan con las mujeres que quieren y más les agrada, y aunque estas sean muchas, una es la principal. El hijo de la mujer principal hereda el señorío, aunque el Señor tenga otros muchos hijos habidos en las demás mujeres”.
Otra singularidad de este pueblo, P. Cieza de León refiere que, “Los naturales desta provincia, que han por nombre los cañares, como tengo dicho, son de buen cuerpo y de buenos rostros. Traen los cabellos largos, y con ellos dada una vuelta a la cabeza de tal manera, que con ella y una corona que se ponen redonda de palo, tan delgado como aro de cedazo, se ve claramente que son cañares, porque para ser conocidos traen esta señal” (Fresco1984:57).
En las formas de organización social y política, al igual que otros pueblos del área andina primó los principios de reciprocidad y complementariedad, sistema que permitió a las sociedades originarias vivir socialmente relaciones armónicas de orden e igualdad, y en el ámbito económico posibilitó un acceso estable a los recursos alimentarios y a ejecutar importantes obras en beneficio comunitario o familiar.
La comunicación y vínculo social se definió mediante la lengua (cañari), misma que lamentablemente para del siglo XVI casi había desaparecido, quedando reducida a nombres de lugares (topónimos), animales (zoónimos), plantas (fitonimias), aves (ornitonimias) y apellidos (antroponimias). El Cronista de Indias Pedro Arias, describió al pueblo de Pacaybamba en los siguientes términos, “en Azogues se usaba también el Cañar y el Quichua; este último especialmente en Cojitambo, fortaleza incaica poblada de mitimaes; en Leoquina o Pacaybamba; actual zona de los cantones Girón y San Fernando, se habla la lengua cañar.”, y continua las citas refiriéndose al sur del actual, Loja, Chunchi y Alausí, y Cañaribamba, como lugares en donde aún hablaban la lengua cañarí. A inicios colonia se refiere que, “El Sínodo provincial quítense, eligió un mismo sacerdote, para que tradujese el catecismo y confesionario en lengua puruhá y cañarí”. En este propósito, “Gabriel de Minaya, como los demás que designó el concilio, para escribir el catecismo en las otras lenguas, quizás nunca cumplió la comisión que se le asigno, o hace perdido su precioso trabajo, pues ni queda ni noticia de que alguna vez haya existido” (Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Ecuatorianos Tomo II. Nº- 4 Y 6. 1986. 375).
Además, se conoce que Gabriel de Minaya fue Párroco de los Puruñas y Cañaris, y solamente él pudo tener conocimiento de las dos lenguas que al parecer eran similares. Años más tarde la tendencia de esta lengua ha sido a desaparecer y se anota que: “de la lengua Cañar, tenemos algunos datos más, que de los otros idiomas ecuatorianos, son estos los nombres de plantas, y la traducción de algunos cuantos nombres propios, que van a continuación”: Cañaro = árboles que dan unas semillas como fréjoles, de diversos colores, Aroc = Flor, Gualla = Fruta, Guapondelig = Llano grande como el cielo, Paute = Piedra, Maras = Cerro de piedra, Copsi = cerro de peña tosca y arenosa, Pueleusí = Campo amarillo, Puesar = Escoba, Guichanauto = Cabeza pesada, Leoquina = Culebra en laguna, Tamallayccha = Río que se come a los vivos, Xamenxuma = Cerro y agua, que baila, Chunchi = Quema, Alausí = Casa de gran estima y querida. (J. Jijón y Caamaño. Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Ecuatorianos Tomo II. Nº- 4 Y 6. 1986. 375) .
En cuanto a nombres de lugares (toponimias) se registran, por ejemplo: Llactacashca, Suicay, Sitincay, Cochancay, Tocte, Motilón, Suscal, Zhud, Socarte, Joyacshí, Paguancay, Pindilig, Pacay, Taday, Shoray, Sisid, entre otros. De igual forma existen nombres de plantas como: Shirán, Arrayán, Guantug, Sapan, Rambrán, Gullán, Zhordán, Lamay, Guavisay. Además, dependiendo del lugar donde viven, existen apellidos también singulares, como: Mishirumbay, Pomaquisa, Pallchisaca, Buri, Yamasqui, Shagñay, Tenecota, Llivicota, Cela, Doncón, Shindón, Mayancela, Saquicela, Suquilanda, Nacipucha entre otros; advirtiendo que inicialmente eran nombres y luego de ser bautizados con nombres españoles, sus nombres originales pasaron a ser apellidos. Futuros estudios de etnolingüística y lingüística podrán dar más luces a la temática mencionada, y sobre todo se podrá seguir aportando en este proceso de reconstrucción objetiva de la identidad del pueblo cañari.
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