Sin importar si un país es desarrollado o en vías de desarrollo, si una sociedad tiene altos o bajos estándares de vida, la corrupción acecha, llega para quedarse en una cultura de impunidad e incertidumbre. Entre sus nefastas consecuencias están el bajo acceso de los ciudadanos a satisfacer necesidades básicas de salud, educación, infraestructura y bienestar.
La justicia politizada, la inseguridad jurídica, los delitos contra la administración pública, la fuga de capitales, la evasión fiscal, el blanqueo de capitales, la comisión de delitos, son también causas de la corrupción, y a su vez efectos, convirtiendo este círculo vicioso en una problemática mundial que denigra la vida de los más pobres e impide el desarrollo de los países.
Al menos 2,6 billones de dólares que equivale al 5 % del producto interno bruto mundial perdemos cada año por causa de la corrupción según el Foro Económico Mundial. Además, se pagan más de un billón de dólares en sobornos cada año, de acuerdo con el informe del Banco Mundial.
Combatirla es un deber de toda la sociedad, y mucho más de los ciudadanos que predican y practican la ética y el respeto. Promover la transparencia y luchar contra la corrupción son legados que conmemoramos cada 9 de diciembre, día dispuesto para el efecto por la Organización de las Naciones Unidas. (O)