La migración irregular sigue imparable en gran parte del mundo, por lo general con nefastas consecuencias.
Una vez más la tragedia migratoria vuelve a mostrarnos la desesperación de una inmensa masa humana por dejar sus países de origen en pos de lograr mejores condiciones de vida en otros.
Lo sucedido el pasado viernes en México rebaza lo inimaginable. Cincuenta migrantes murieron al volcarse el tráiler donde viajaban hacinados. Tres ecuatorianos resultaron heridos. Querían llegar a los Estados Unidos.
Ese mismo día se difundió otra noticia, igual de preocupante. Para el 2022 habrá 8,9 millones de refugiados y migrantes venezolanos en 17 países de Latinoamérica y el Caribe. Alrededor de 3 millones más respecto al 2021.
El Plan de Respuesta para Refugiados y Migrantes ha pedido USD 1.790 millones para apoyar las “crecientes necesidades” de quienes dejan Venezuela. Implica USD 800 millones adicionales a lo recibido en 2021.
Desde el gobierno de Hugo Chávez, uno de los mentores del Socialismo del Siglo XXI, Venezuela exporta pobres. Esta indolente política se intensifica con el régimen de Nicolás Maduro.
Los pobres se vuelven más pobres. Los indigentes mucho más. Casi todos dejan Venezuela, el otrora poderoso país petrolero, agobiado por una imparable inflación; igual por el cerco económico impuesto como castigo a sus prácticas corruptas y a su posición dentro del juego geopolítico del mundo.
Sea en condiciones de refugiados, de haberse regularizado, o de “indocumentados, la diáspora venezolana se concentra en los países latinoamericanos.
Todo cuanto hagan los países receptores y organizaciones internacionales será poco; pues empeoran las condiciones de pobreza en Venezuela a cuyo gobierno, en el fondo le conviene la migración de su gente.
Según el estudio de la Universidad Católica Andrés Bello, los venezolanos redujeron entre 24 % y 34 % el gasto real promedio en alimentos, independientemente o no de pobreza.
Este estudio confirma, entonces, la llegada de más migrantes venezolanos en 2022 a Latinoamérica.
