Había pasado ya algún tiempo desde la última vez que me hicieron sentir viejo. Primero porque no estoy viejo y luego porque… porque no pues, no estoy viejo. Sin embargo, un par de semanas atrás con mi hija Sofía, nos cruzamos por la calle con una señorita que llevaba un atuendo que a mi hija le pareció “cool”. Y yo, pues coincidí y haciéndome el moderno, le dije a mí también me parecía cool. Y fue entonces cuando me miró, así con cara de “tú ya no estas para eso…” y casi con ternura me dijo, en realidad me exigió, que no diga cool, lo que tomé como una afrenta personal.
Y claro, la ofensa no vino de ella sino de la plena conciencia de que tiene razón. Y es que, a decir verdad, tengo pleno conocimiento y dominio del bacán, del chévere y lo tenía también del gara, con sus acepciones y derivaciones en garota y garísima (he tomado a título personal, como una tragedia lingüística, el que la nueva generación ya no lo use); pero aparentemente no comprendo del todo los momentos precisos para el cool, ni para el crack, así que tengo vedado su uso. A esto habrá que sumarle que aparentemente soy incapaz de comprender el concepto de aesthetic, aunque afortunadamente y a sus ojos, soy un papá aesthetic, lo que me halaga, creo…
Y esto sin contar con el idioma en el escribe sus mensajes de texto. Una cosa críptica, ajena por completo al castellano y llena de abreviaciones como XOXO, cuyo significado ella se niega en redondo a revelar. De allí en más, tampoco tengo claro cuando uno debe decirle a otro “mijín”. Sabia cuando decir bro, pana o loco. Pero mijín, por más divertido que parezca, he de reconocer que no, no lo entiendo.
Por lo tanto, y dicho esto, aprovecharé estas breves líneas para pedirle al estimado lector, en el improbable caso de que lo sepa, que se sirva ilustrarme en el uso de estos términos u otros aún desconocidos. Y es que usted sabe, en esto de ser papá, hay que mantenerse cool. ¿Si…? ¿Así se dice…? (O)