Muchos países subdesarrollados, entre ellos el Ecuador, viven sumidos en una profunda miseria, engañados por muchos políticos oportunistas, y vivarachos que deambulan cobijados bajo un manto de corrupción que pocos se atreven a combatir con valentía; esta situación nos obliga a reconocer que no vivimos en un país dotado de soberanía, ética y moral.
Con la base de manta perdimos nuestra soberanía decía en forma repetida el Capo Correa y su banda Verde-flex durante su nefasto y delincuencial gobierno. Como es de dominio público, sin la base de Manta y sin radares apropiados, nuestra soberanía pasó a manos de los carteles de la droga.
Noticias internacionales y nacionales emitidas por los diversos medios de comunicación masiva, nos muestran escenas macabras, como cadáveres que se ordenan en la vía pública entre “decapitados” y “severamente mutilados”. Los sicarios no tienen patria, actúan a la sombra en cualquier lugar del mundo, donde imponen sus guerras.
Está visto que la gente frente al desempleo quiere sobrevivir de alguna manera; y si se le cierran todas las oportunidades, buscará un argumento legal o ilegal para no desaparecer del planeta.
Los gobiernos de la mayoría de países del mundo gastan dinero a raudales para que sus ciudadanos no se auto aniquilen con el consumo de drogas, y ellos a su vez gastan más en evitar el éxito del gobierno. La cultura narco se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida.
Cuando se emprende una lucha contra la naturaleza humana, el enemigo habita en cada uno de nosotros, razón por lo cual estoy convencido de que la forma de ganarle a las drogas es hacer más por sus víctimas.
Se continúan gastando decenas de millones de dólares, y las narices de un porcentaje nada despreciable de habitantes de este convulsionado planeta aspiran sin parar el polvo de cualquier selva de América o el mundo. El capitalismo invita a esta actividad sumamente lucrativa, invitación que la hace a través de sus propios conceptos básicos: oferta y demanda que son los motores gemelos de la economía de libre mercado.
Con frecuencia en la mayoría de los países subdesarrollados, donde tienen su estancia el hambre y la miseria, los escándalos y la corrupción, los tentáculos del narcotráfico salpican los niveles más altos del poder.
El desastre social y cultural continuará, si seguimos honrando falsos profetas de nuestra política, y no dejamos la televisión, abandonamos los salones elegantes y las revistas del corazón, y volvemos a las bibliotecas a leer, aprender y reflexionar que tanta falta nos hace. (O)