Niño Viajero, esperanza de paz y ventura

Por la familia, por el agradecimiento, por la vida, por la sanación, por los que están, por los que se fueron, por la tradición. Bajo esas consignas decenas de personas volvieron a reunirse en una nueva edición del Pase del Niño, que, una vez más, fue limitado por la emergencia sanitaria.

La fiesta religiosa empezó a las 23:00 del 23 de diciembre, cuando, de a poco, empezaron a llegar los carros alegóricos al Paseo Tres de Noviembre, en donde, en fila, se acomodaron para esperar por la caravana que reemplazó al tradicional desfile de la población creyente.

Ya en la mañana de ayer, una vez que se aclaró, los participantes ultimaron los detalles que compusieron a los vehículos: flores, adornos, alfombras, los Niñitos de las familias, golosinas, alimentos y pancartas que rezaban los nombres de las familias que se unieron a la edición de este año se colocaron.

“Nosotros vinimos como un homenaje por una nieta que está Estados Unidos y que no pudo venir. Estamos acá para pedir que se acabe esta enfermedad, esta pandemia, que podamos volver a nuestras vidas tranquilas”, dijo Juan José Jachero, quien participa en el Pase desde hace más de cincuenta años.

Ese mismo pedido, el que se relaciona con el fin de la emergencia sanitaria que vive el país y el mundo, hizo la familia Velecela, quien, además también llegó para agradecer al Niño por el trabajo y por la salud brindada a pesar del contexto complejo en el que se vive.

Diferencias

A diferencia de los años pasados, en el Pase del Niño primaron los vehículos. La pandemia y las decisiones del Comité de Operaciones de Emergencia nacional limitaron la participación de un público que se sintió relegado de su fiesta religiosa.

En menor medida regresaron los carros alegóricos a las calles céntricas de Cuenca.

El mismísimo monseñor Marcos Pérez hizo un llamado de atención a las autoridades en el culto que se realizó antes de la caravana vehicular.

“Parece que lo religioso es lo peligroso… Las grandes aglomeraciones en las calles no tienen ningún control. Las playas llenas, los lugares de comercio llenos. Parece que esos no son fuentes de contagio”, dijo el arzobispo de Cuenca en el culto que se desarrolló por el Niño Viajero.

Los grupos de danza también participaron en esta edición del Pase del Niño.

Aun así, aún con las prohibiciones, hubo familias que decidieron salir a las calles, como fue el caso de la familia Cornejo, que preparó 4.000 botellas de chicha para repartirlas entre los transeúntes.

Para ellos, la tradición y, principalmente ese acto de dar sin esperar nada a cambio, debe seguir porque es parte del agradecimiento a la esperanza, fe y deseos cumplidos que entrega El Niño a los feligreses. Por otro lado, por lo menos medio millar de personas se reunió en la plaza de San Sebastián.

Varias personas volvieron a vestirse de los personajes principales de las pasadas.

Vestidos de los personajes tradicionales de las pasadas, esperaron a que la caravana partiera desde el Parque Calderón para unirse detrás y celebrar, de alguna manera, un evento que para muchos es su motor, su fuerza, la esperanza que se requiere en la víspera del inicio de un nuevo año.

Las familias llevaron a sus propios Niñitos para que sean bendecidos.

“Uno viene acá porque el Niñito nos da la energía, la fe que necesitamos todavía más en estos tiempos difíciles. Ojalá nos escuche y esto ya termine de una vez para volver a celebrar esta fiesta, que es del pueblo”, opinó Valeria Arévalo mientras veía cómo el Niño Viajero recorría las calles de Cuenca entregando esperanza a los que creen en él. (AWM)-(I)

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