Jonathan Camacho tiene 28 años. Nació en General Villamil, Guayas. Allí le conocen como Pandilla desde que le creían jefe de un grupo de amigos que andaban en bicicleta.
“Yo era como muy hiperactivo, me gustaba andar peleando, la verdad. Llevaba una vida medio desviada por el tema que no tenía la mejor educación en mi casa, pero yo mismo poco a poco fui poniendo de mi parte, me fui puliendo y hoy soy un buen ciudadano, un buen ser humano”.
Camacho proviene de una familia de escasos recursos económicos. Andaba en una Chopper de su padre hasta que la curiosidad le trasladó al fascinante mundo del BMX Freestyle Park. Solo viendo videos en YouTube se convirtió en el mejor exponente de la disciplina en el Ecuador.
Para comprar una bicicleta acorde a su nueva afición, empezó a cuidar carros afuera del mercado donde vendía su madre Narcisa, subía a los buses a vender caramelos y también se hizo ayudante de albañilería. Con 60 dólares consiguió una bici usada.
Por las constantes caídas, llegaba a la casa con diversos raspones, golpes y la ropa llena de grasa. Su madre le insistía que deje la bicicleta y se dedique a otra actividad, pero prefirió independizarse.
A los 18 años “dejé todo porque quería conquistar el mundo encima de mi bicicleta. Cuando mi mamá me vio en la televisión, en las propagandas, se sintió orgullosa de mí”.
La habilidad para ejecutar distintos trucos le llevó a cosechar podios en diversos países alrededor del mundo. También trabajó en el equipo nacional de China y rechazó una propuesta de Austria para nacionalizarse.
Obstáculos
Hasta adquirir algo de fama, dormía en las calles de las distintas ciudades en las que iba a competir. Hoy cuenta con el apoyo de dos empresas internacionales: Monster Energy y Vans. Espera que en Ecuador se empiece a fomentar el deporte urbano y no se pierda el talento de niños y jóvenes por falta de las herramientas adecuadas.
Uno de los principales obstáculos es no contar con un escenario reglamentario. Días atrás su compañero Cristian León se rompió la tibia al intentar perfeccionar un truco sobre una pista pequeña de cemento. “Necesitamos tener una delegación de BMX Freestyle, pero sobre todo un skatepark profesional en la Costa para practicar seis, ocho horas al día y poder traer medallas al país”.
Hace dos años tuvo que operarse la rodilla derecha por una lesión de ligamento cruzado. “Después de la operación, muchas personas me dieron la espalda, me decían que no iba a volver a ser el mismo, que no iba a poder montar la bicicleta, que estaba viejo…”.
Desmotivado ante la falta de apoyo, vendió su bicicleta y buscó otras formas de sobrevivir. Con apoyo de la Municipalidad del cantón Playas acopló un espacio en el parque extremo para el alquiler de patinetas, bicicletas y la venta de agua, gaseosas y ropa. Más adelante compró un horno y hasta hoy elabora y vende pizzas. “No me da vergüenza, me gusta trabajar. Creo que somos buenos seres humanos y honestos”.
Panamericano
El 12 de diciembre, tras una llamada del ministro del deporte Sebastián Palacios, compitió en el Campeonato Panamericano de BMX Freestyle Park en Costa Verde, Perú. Con dos semanas de entrenamiento, sin llegar al 100 % de su nivel, obtuvo la medalla de bronce.
Este logro le permitió ubicarse en el puesto 29 del ranking mundial. “Me puse muy feliz y me dio a notar que estoy hecho de guayacán, de buena madera, de buen plátano. Creo que puedo continuar cosechando éxitos con la bicicleta”.
Aunque reconoce que el Ministerio del Deporte les dio un muy buen trato a toda la delegación, confiesa que no tenía la bicicleta adecuada para competir. Pidió apoyo, pero le dijeron que no había recursos, así que buscó a un amigo para que le preste dos ruedas. En la competencia tuvo que buscar una tercera porque alguien le puso un alfiler en la llanta delantera.
Asegura que siempre le ha tocado hacer de coach, mecánico, psicólogo, terapeuta… lo que le impide concentrarse totalmente en la competencia. “He tenido incluso errores con váuchers, facturas, porque no me alcanzo hacer todo… Una vez llegué de Japón, presenté los váuchers, dijeron que no servían y que tenía que pagar ese dinero, eran 4.000 dólares que había gastado. Yo no tenía ese dinero, no respondí el email y me eliminaron del Plan de Alto Rendimiento”.
Según Camacho, los rider suelen viajar con dos bicicletas y a veces con tres con la que llevan sus novias. “El precio (de la bici) varía porque pueden ponerle cuadro de titanio que vale 2.000 dólares y las otras piezas valen cuatro a seis mil dólares. A mí no me gusta el cuadro de titanio, prefiero el cuadro normal de 600, 700 dólares de cromoly, porque me siento más seguro, es como más flexible, no se parte a su totalidad. Mi bici estaría costando 4.000 dólares”.
Ofrecimiento
El Ministerio del Deporte le ofreció reincorporarle al Plan de Alto Rendimiento la segunda semana de enero, aunque desconoce la categoría. Solo espera que sea el inicio de una nueva historia.
Por ahora trata de pasar las festividades con su madre, su hermano Jean Pierre, de 13 años, que juega en la Universidad Católica, y con su hijo Mathías, de nueve años, quien tiene afición por el fútbol y la bicicleta. A futuro su sueño es enseñar el deporte a los niños y atraer turismo con la organización de competencias nacionales e internacionales.
“En esta vida si no logras el sueño que viniste a buscar te sientes frustrado, pero si sigues a tu corazón creo que siempre encuentras la recompensa porque detrás de eso siempre hay un trabajo, un esfuerzo, y eso es lo que te va a hacer brillar como ser humano”, dice Camacho, aficionado por la música de Canserbero y Apache. (BST)-(D)