Un actor transformador es un acto de amor, y esos, si queremos un mundo mejor, deben ser vistos más allá del momento en que se llevan a cabo, como pequeños milagros cotidianos que nos salvan de olvidar nuestra humanidad y principios fundamentales como la cooperación y la solidaridad.
Personas comunes como cualquiera de nosotros se activan para hacer más fácil el día a día de alguien menos favorecido, su ejemplo debería ser suficiente para convertirnos en hacedores de milagro y dejar de esperar que estos lleguen de la nada.
El señor que recoge juguetes para niños rurales, el chico que acopia libros y material didáctico para escuelas comunitarias, la muchacha que hizo una colecta de insumos sanitarios para mujeres cuando empezó la pandemia, esas señoras que repartían colada y pan en las huelgas de octubre, las chicas que hacen la olla comunitaria del Terminal, son el tipo de personas de quienes hablo, y hacen pequeños milagros más allá de navidad. A todas ellas gracias por transformar el mundo y por dejarnos saber que aún hay esperanza. (O)
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