La Navidad y el espíritu navideño están presentes y se afianzan en la celebración de rituales festivos con profundo raigambre popular como los nacimientos, los villancicos y pases del niño, que en nuestra ciudad confluyen en una gran tradición religiosa-cultural, “El Pase del Niño Viajero”, por su grandiosidad y trascendencia, declarado “Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado”.
Uno de sus componentes y quizá el más enraizado en la memoria colectiva e imaginario regional, es la música que acompaña e identifica estas festividades navideñas, los villancicos que, siendo universales, en nuestra ciudad evolucionan como genuinas manifestaciones de la creatividad, diversidad y fe en los “Tonos del Niño Cuencanos” expresión musical navideña del Siglo XIX -practicados y transmitidos en órganos de tubo, harmonious y coros-, piezas generalmente compuestas por los “maestros de capilla” virtuosos artistas anónimos, muchos de ellos, que nos dejaron un riquísimo legado en sus apuntes de partituras manuscritas, como el “Cuaderno de cantos al Niño Dios” de José María Rodríguez, material rescatado y puesto en valor por la musicóloga cuencana Janet Alvarado Delgado. Parte de este rico patrimonio musical está plasmado en unos discos que, de algunos años acá, acompañan mis navidades: “Tonos del Niño Cuencanos Siglo XIX”, interpretados por Sandra Argudo y Juan Carlos Cerna con Janet Alvarado al piano, y; “Tonos del Niño y Villancicos del Azuay y Cañar” cantados por Vanesa Freire, con Janet Alvarado en el piano y Carlos Freire Soria con instrumentos andinos.
Vivimos en una urbe que, pese a la postergación y aislamiento, ha forjado una tradición cultural cosmopolita, cimentada en la belleza de su entorno natural y construido, en sus tradiciones, creatividad, cultura y Fe de su gente que, en el caso de la música navideña, tiene en los “Tonos del Niño Cuencanos”, una genuina expresión de cultura musical tradicional.