El consumo de drogas en el país será uno de los temas en los que en este 2022 se centrará el trabajo del Gobierno, pues según manifestó Alexandra Vela, ministra de Gobierno, es preocupante la temprana edad a la que está iniciando el consumo, que en muchos casos bordea los 8 años de edad.
Este año Ecuador batió récord en el decomiso de drogas, con 192 toneladas incautadas hasta inicios de diciembre, pero el narcotráfico desencadena en otro problema, es que parte de estas sustancias se quedan en el país, agravando las adicciones de sus ciudadanos.
Según Ignacia Páez, especialista del Proyecto de Creación e Implementación de Servicios de la Red de Salud Mental Comunitaria y Centros Estatales de Recuperación de Adicciones del Ministerio de Salud, este residuo de drogas que se queda en los puertos es el principal causante del aumento de la oferta y el consumo de la H (mezcla de heroína con otras sustancias), principalmente en las provincias de Guayas y Santa Elena.
Sin embargo, en el Gobierno no cuentan con cifras actualizadas sobre el consumo de drogas en el país, en el 2016 se realizó la última estimación de la población consumidora de alcohol, tabaco y otras drogas; y la Encuesta Nacional sobre Uso y Consumo de Drogas en Estudiantes de Noveno de Educación General Básica, Primero y Tercero de Bachillerato.
Según estos últimos datos, existían cerca de 791.733 personas consumidoras de alcohol, tabaco u otras drogas, lo cual representaría el 6,34 % de la población de 12 años en adelante; en cuanto al consumo en los estudiantes, el 12,65% afirmaron haber consumido alguna droga ilícita en los últimos 12 meses.
Las sustancias más consumidas son la marihuana (9,57 %), heroína (2,51 %) y la cocaína (2,30 %), pero según recalcó Ignacia Páez, estas no necesariamente son las más peligrosas, pues las anfetaminas, las metanfetaminas, el fentanilo y el tramadol son medicamentos de venta libre que son sumamente más dañinos y adictivos.
Los datos con los que trabaja actualmente el Ministerio de Salud Pública (MSP) se basan únicamente en el número de consultas con diagnóstico asociado al consumo problemático de droga en los centros de salud pública, que en el 2020 registró a 45 niños menores de 9 años; 16.340 jóvenes de entre 10 y 20 años; y 49.246 personas de entre 20 y 80 años.
Las provincias con mayores ingresos son Guayas (6.895), Pichincha (2565), Manabí (1.427), Azuay (1.269), El Oro (849) y Esmeraldas (823).
Para Betul Rojeab, miembro del Grupo de Investigación e Intervención sobre Drogas Ecuador, si el Gobierno decide priorizar el combate al consumo de drogas, en primer lugar, deberá actualizar las cifras de esta problemática, pues de lo contrario, difícilmente se podrá atacar la raíz del problema, es decir identificar los conflictos que desencadenan en el consumo, como son la pobreza, el machismo y la violencia.
“El consumo de drogas no es causa, sino consecuencia, por eso hay que tomar atención a los problemas sociales que lo provocan, cuando se declara la guerra en el área de la seguridad, que es un modelo que Ecuador copió a Estados Unidos, no se soluciona nada. Cuando se da el consumo en niños tan pequeños hay que trabajar en los factores psicosociales que los ponen en situación de vulnerabilidad”, afirmó la experta.
Según explicó Betul Rojeab, las personas que caen en adicciones por lo general provienen de barrios con las necesidades básicas poco cubiertas, donde existe violencia, gran número de familias desestructuradas y un alto número de embarazos adolescentes.
Sin embargo, los estudios y el rechazo social por lo general se centra en el consumo de drogas ilegales, cuando según explicó Ignacia Páez, la más peligrosa, por el daño que causa a la salud y a la sociedad, es el alcohol, el cual es aceptado socialmente.
“Es la droga más letal y peligrosa que tenemos los ecuatorianos, América Latina y los países del primer mundo; todos nos drogamos con alcohol y está bien visto que lo hagamos cuando hay una celebración, solo cuando lo hacemos todas las semanas o todos los días nos damos cuenta del daño que causa en tu entorno, en el trabajo, en la relación afectiva y familiar”, afirmó.
Para la especialista lo más peligroso que hacen los ecuatorianos bajo los efectos del alcohol es protagonizar actos violentos en las calles y en los hogares, y manejar ebrios un vehículo.
Según datos de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT), de los 19.338 siniestros que se produjeron de enero a noviembre del 2022, 1.487 fueron causados por conducir bajo la influencia del alcohol.
Diego García comenzó a consumir marihuana a los 12 años, incentivado por el ejemplo que veía en su hermano mayor y porque habitaba en un barrio considerado peligroso, ubicado en el centro de Quito.
Con la ayuda que le brindó su expareja sentimental, a través de centros especializados, logró dejar las drogas ilícitas, pero el consumo de alcohol se convirtió en su nuevo problema, del que no ha podido salir los últimos 20 años, en este camino ha perdido una decena de trabajos, perdió su relación amorosa y está a punto de perder a sus hijos.
“Con este problema nadie me ha ayudado, porque creen que no es una enfermedad, sino que me falta voluntad para dejarlo, pero me ha sido más difícil que dejar la droga, incluso yo no he buscado ayuda”, afirmó.
Niveles de atención
Para Ignacia Páez, especialista del área en el Ministerio de Salud, es importante desmitificar la idea de que toda persona que tiene un consumo problemático de drogas o alcohol requiere de ser internado, concepto que ha sido difundido principalmente por las clínicas clandestinas en las que se han detectado tratamientos antitécnicos y vulneración a los derechos humanos.
En el Sistema de Salud Público se manejan niveles de atención que inician con 600 centros que brindan tratamiento psicológico. A estos sitios puede acudir cualquier persona que sienta que los problemas sociales y personales que tiene podrían desencadenar en un consumo problemático de drogas o alcohol.
“Creer que toda persona que tiene un consumo problemático tiene que guardarse, es volver al siglo 19 y a los preceptos con los que se trataba la locura en esa época, el ingreso a un centro residencial se da en casos excepcionales y el tratamiento no es costoso, como las clínicas clandestinas tratan de hacer creer a los familiares”, explicó Páez, quien además recalcó que en todos los casos y niveles el tratamiento debe ser voluntario. (I)
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Si una persona ha caído en la adicción, pero cuenta con una familia o personas cercanas que le pueden ayudar a superar el problema, se recomienda el tratamiento en alguno de los 70 centros del nivel ambulatorio intensivo, que cuentan con profesionales que lo tratarán de forma transversal.
Luego vienen las unidades de salud mental hospitalarias, son para las emergencias, en caso de que una persona haya tenido una sobredosis o necesite recibir medicación para la ansiedad, en estos lugares se especializan en atender a personas que necesitan combatir los efectos de la abstinencia.
Solo en caso de que la persona no cuente con una red familiar que se preocupe por él, si su familia también consume, si estuvo involucrado en la venta de drogas o si vive en un barrió denominado “caliente”, por el alto nivel de conflictividad; se recomienda que se lo interne en uno de los 12 centros que tiene el Ministerio de Salud.
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“Tabla de Consumo ha sido muy satanizada en el país”
Es común escuchar que la Tabla de Consumo de Drogas, aprobada en el 2007, es la causante del aumento de los problemas de adicción en el país, incluso varios candidatos presidenciales de las últimas elecciones generales ofrecieron desaparecerla.
Sin embargo, para Ignacia Páez, especialista del Ministerio de Salud, la tabla no tiene porqué desencadenar en un aumento del consumo, pues es simplemente una guía de porte y escalas que les sirve de forma exclusiva a los jueces, al momento de diferenciar entre un consumidor, el cual no puede ser criminalizado; y un microtraficante, que sí debe cumplir una pena.
“La tabla fue creada para precautelar nuestras libertades individuales, decir que porque algo se regularice se da paso a mayor consumo, no es un criterio basado en evidencia, la evidencia dice todo lo contrario. Portugal, en donde se despenalizó el consumo, es un
país usado como ejemplo, pues se disminuyó el consumo y se eliminó la violencia que conlleva el narcotráfico, se mejoró la calidad y se evitó las muertes”, recalcó la experta.
Aunque Betul Rojeab, integrante del Grupo de Investigación e Intervención sobre Drogas Ecuador, coincide en que la tabla de consumo debería servir únicamente como guía para el manejo judicial del tema de las drogas, sí acepta que su incorrecta socialización ha desencadenado en que sea tomada como un mecanismo para incentivar el consumo, aunque advierte del peligro que se correría al eliminarla.
“Hay que admitir que cuando se sacó la tabla se hizo mala promoción, porque se dio la imagen de que se podía dar rienda suelta al consumo; se ha dado una la mala aplicación”, argumentó la experta. (I)
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