Los diablos de Píllaro, que cada Año Nuevo bailan en esta campiña del centro de los Andes de Ecuador, decidieron no realizar su festejo como medida para evitar el contagio con la covid-19, un mal que les ha alejado de su fiesta mayor por segundo año consecutivo.
El alcalde de Píllaro, Francisco Yanchatipán, recordó a Efe este martes que la celebración se suele realizar entre el 1 y el 6 de enero de cada año, pero que en esta oportunidad fue suspendida por el auge de casos de coronavirus en el país.
Declarada como «Patrimonio intangible» de Ecuador, la llamada «Diablada pillareña» acogió las normas de restricción a la movilidad y, por ello, solo unos pocos bailaron en una de las casas de los sectores rurales de esta pequeña ciudad situada en la provincia de Tungurahua, en el centro andino de Ecuador.
Para el próximo Año Nuevo «aspiramos a tener la participación de forma presencial, como en años anteriores», de las miles de personas que suelen actuar en la comparsa de los diablos, indicó Yanchatipán.
En uno de sus barrios, algunos vecinos se vistieron este martes como los personajes para representar la Diablada, solo con fines explicativos y en el marco de las paredes de una casa que acogió a «guarichas», «capariches», oficiales y diablos, en una pequeña comparsa con la que se recordó el festejo, que suele convocar a decenas de miles de turistas nacionales y extranjeros.
La «Diablada pillareña» tiene como personaje principal al diablo, que baila y bofea sin parar y que luce una careta confeccionada a mano y adornada por cuernos y vistosos colores, especialmente el rojo y el negro.
A principios de 2021, y tras concluir el año de la pandemia 2020, la «Diablada» se efectuó de forma virtual, con un baile en vivo representado por unas 30 personas, que se difundió en video por las redes sociales del Municipio de Píllaro.
Para esta oportunidad, el Ayuntamiento había planificado efectuar el festejo de forma presencial, guardando las medidas de bioseguridad sugeridas, como la restricción en el aforo a la plaza, el uso de mascarilla y el distanciamiento físico, aunque a mediados de diciembre se registró un aumento peligroso de la pandemia.
Por ello se decidió suspender el festejo, insistió Yanchatipán, quien está seguro de que esa medida es necesaria ante el avance de la enfermedad.
Edison Guachamín, maestro de danza de la Diablada, se lamentó de que la pandemia haya afectado a esta tradición «arraigada en el pueblo», aunque dijo que la gente entiende que es necesario protegerse del coronavirus.
Reconoció que «esta actividad genera muchos recursos para todo el cantón (municipio), para toda la población», por lo que la suspensión «afecta económicamente» y también «culturalmente» a esta región ecuatoriana.
Por ello, Guachamín dijo confiar en que la situación se normalice para el próximo Año Nuevo.
«Los Diablos de Píllaro representan una costumbre arraigada en nuestra gente, que no permitirá que desaparezca», agregó el maestro danzante.
Con semejanzas con el afamado Carnaval de Oruro, en Bolivia, la «Diablada Pillareña» es una tradición que también evoca el sincretismo cultural y la ingeniosa manera de «resistencia» al colonialismo por parte de los pueblos originarios de los Andes. EFE