“Al fin de la batalla/ y muerto el combatiente/ vino hacia él un hombre/ y le dijo: “no mueras, te amo tanto, / pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo:” (César Vallejo, “Masa”)
¡José Vega Delgado fue un combatiente en su batalla intelectual, entre libros, estudio y cátedra! ¡Nació para estudiar! ¡Su vida se proyectó a través del saber! Imparable en esta búsqueda, viajó a Alemania a investigar al gran filósofo que le inspiró en sus indagaciones sobre el ser y el tiempo: Martin Heidegger, sin que el dominio de la lengua germana, podría haber constituido un obstáculo.
Lo conocí desde la niñez, en el vecindario de los abuelos. Desde las alegres y renovadas celebraciones infantiles, lo volví a encontrar, años después, en las aulas universitarias, cuando el fuera profesor de Filosofía y yo, alumna tardía en esa Facultad. Después, la Cátedra compartida en Filosofía y Letras, nos permitió el reencuentro en los pasillos de nuestro escenario educativo. Más tarde, un postgrado en Estudios Latinoamericanos nos volvió a enlazar, desde un Diplomado, en mi caso particular, y una Maestría para mantener su rigor y afán de estudio, en su caso, con una tesis sobre el maestro -de enorme recordación- Gabriel Cevallos García.
José Vega Delgado no se detuvo en la tarea intelectual y, en la escritura periodística, nos encontramos como columnistas, en nuestro Diario “El Mercurio”, desde algunas décadas atrás. La muerte lo halló inesperadamente, tronchando sus inquietudes académicas y familiares. ¡Paz en su tumba! (O)