El Estado de Derecho es una construcción jurídica que tutela la vigencia de un orden y reconocimiento de derechos a la sociedad más allá del personalismo de un gobernante de temporada. Es un triunfo de la normatividad y respeto al orden jurídico por sobre la discrecionalidad, ambiciones e intereses.
Los poderes del Estado traen consigo la clara posibilidad para materializar el Estado de Derecho, la efectividad de la actividad estatal y el asumir un respeto a la institucionalidad interesada en alcanzar objetivos de bienestar común para la población.
Hacer justicia, podría ser visto, como uno de los actos más delicados que pueden existir. Impartir justicia es una actividad reservada para aquellas mentes y espíritus demócratas, éticos y con personalidad. Cuando se administra justicia no se está frente a una fría realidad, sino que, al contrario, está de por medio la vida misma de quien la reclama, de su libertad, patrimonio, realidad, progreso y paz. Es decir, el estadio de la justicia se convierte en un supra valor que no entiende de condicionantes o límites, en inverso sentido, debería abrazar constantes por la búsqueda de una dimensión de integridad y progreso social.
Que la Embajada de Estados Unidos haga un claro llamado al Ecuador por el alto nivel de corrupción de algunos de sus jueces a quienes se les ha retirado sus visas para ingresar a este país, es desastroso para la institucionalidad del Estado. Es vergonzoso para la imagen, pero además es fatalista para el futuro de la juventud ecuatoriana, pues se trataría de asumir como normal lo anormal y como valiente lo reprochable. Un sistema se condena cuando quienes están convocados a reconducirlo -hacer justicia- se distancian de su deber cívico y ético.
El país ha fracaso, desde afuera se ejerce control y sanciones, lo que desde adentro son: inacciones. (O)