Importante factor para el bajón democrático que experimentan actualmente los pueblos del continente, es el deterioro en la credibilidad de las instituciones públicas. Sus personeros comienzan con buenos niveles de aceptación ciudadana que, al poco tiempo, sin embargo, se desvanecen por diversas situaciones.
¿Acaso la mediocridad, el oportunismo, la audacia, el dinero, influyen para ello? Quizás. En Ecuador, por ejemplo, 279 partidos deben escoger en breve candidatos para las elecciones seccionales, entre su reducido número de integrantes. Además, las listas obligadamente tendrán paridad de género, cuando bien podrían ser todas mujeres si hay un equipo destacado; caso contrario, vayan hombres a la contienda. He aquí reformas urgentes al código de la democracia.
Ya en funciones, las autoridades deben afrontar obstáculos, que anulan o retardan los procesos: tramitología, veedurías, consultas previas, intereses creados, excesos burocráticos, presiones oficiales, escasez presupuestaria, corrupción. Inclusive, organismos de control que no dan pautas previas a la ejecución de las obras, sino buscan fallas justificadas o no al concluir las mismas.
En cualquier caso, los escogidos por el pueblo o quienes les representan, están allí para tomar decisiones en apenas cuatro años. Sin descuidar su seguimiento, dejémosles actuar. Trabajemos en equipo como lo hacen los pueblos anglosajones, caso de Estados Unidos y Canadá, que nos adelantan por décadas en el desarrollo, pese a tener igual tiempo de independencia. No es que sus democracias estén exentas de problemas, cual lo demuestran el asalto al Capitolio estadounidense el 6 de enero del año pasado, y las acusaciones de fraude electoral contra Goe Biden; sin embargo, mantienen instituciones fuertes y poderes consolidados. (O)