Hemos vivido una década bajo la égida totalitaria y cuatro años más con una administración anodina, en ambos encharcados por actos delictivos. En el primero con los poderes judicial y legislativo dirigidos desde Carondelet, en el segundo con lamentos sin pañuelo para las lágrimas. Llegaron las últimas elecciones y pueblo aún confundido, al menos escogió unos pocos asambleístas con cinturones. Entre ellos hay que destacar la figura del señor Fernando Villavicencio, quien ha cumplido su trabajo sin temor ni favor, a riesgo de poner en juego su vida y la de su familia, denunciando las tropelías y latrocinios hasta de sus propios compañeros.
Uno de connotación mundial ha sido el Caso Alex Saab que implica a Venezuela, Colombia y Ecuador con el sistema Sucre, mecanismo a través del cual se canalizaron pagos de operaciones de comercio entre sus países miembro en moneda local, registradas por los bancos centrales en una unidad de cuenta común denominada «sucre», cuyas políticas y regulación son dictadas por el Consejo Monetario regional del SUCRE. Aquí se habría dado el mayor caso estafa regional y un descomunal lavado de divisas.
Con indicios de responsabilidad están dirigentes políticos, empresarios y deportivos. En este morboso sistema organizado por Alex Saab está la ex senadora colombiana Piedad Córdoba, quien ha tenido constantes viajes a este país con el mayor testaferro de Nicolás Maduro. Cuando la Comisión de Fiscalización de la Asamblea se trasladó a ese país y presentó a las autoridades la documentación pertinente para que la justicia de ese país tome cartas en el asunto, la señora Córdoba fue entrevista por un periodista ecuatoriano. Se la vio descompuesta y vesánica, respondiendo a las preguntas con frases histriónicas en contra de la Comisión, del periodista y del país.
Mequetrefe, pendejo y rata fueron los calificativos a Fernando Villavicencio; bobo y mendaz a Fausto Yépez; no creer en la extraterritorialidad de la justicia y sí en la soberanía y la capacidad de su país, antípoda del suyo, que precisamente es lo que diferencia del suyo. Es decir, “se limpió con todo el Ecuador”.
Timorata la Cancillería, como en otras oportunidades, salió a expresar que las declaraciones han sido “injuriosas”. ¡Ahí quedó todo! Al margen de tendencias ideológicas, políticas o de otro jaez, los ecuatorianos nos debemos consideración y respeto. Pues, nuestra dignidad no debe ser mancillada, menos por políticos delincuentes foráneos, que ya suficientes tenemos en propiedad. (O)