Todos con mascarilla, algunos con alcohol o gel antibacterial colgados de sus cuellos. A quienes aún les quedaba el uniforme prefirieron ir con la chompa roja, otros con calentador y chompa gris y unos más con ropa de color. Los cuadernos, libros, lápices, esferográficos y mochilas estaban listas. Así empezaron las clases presenciales en la comunidad de Nero.
Las emociones de regresar a las aulas de la Escuela “Agustín Carrión Heredia” eran distintas.
En esta comunidad rural de Cuenca, las aulas quedaron vacías cuando el coronavirus obligó a todos a aislarse en casa. Ayer estaban llenas casi dos años después.
Niños y niñas salían en grupos a las gradas del patio a las actividades al aire libre. Otros estaban en clases, tomaban apuntes o formaban frases. Los más grandes estaban inquietos.
Es que desde ayer a nivel nacional los establecimientos educativos de las zonas rurales de todo el país volvieron a clases presenciales en todos sus niveles. En la zona urbana el reingreso fue diferenciado y obligatorio para Bachillerato y Básica Superior.
A clases
A diferencia de lo que pasa en las zonas urbanas, en la ruralidad la vida es distinta. En la escuela “Agustín Carrión Heredia” un profesor se hace cargo de dar clases a dos grados.
Ayer se organizaban con los espacios para procurar mantener el distanciamiento donde hay un número mayor de estudiantes, el séptimo año; en las aulas más pequeñas no se puede hacer más, pero hay entusiasmo y compromiso por mantener las normas de bioseguridad.
En las gradas, los de séptimo año leían los contenidos de “Las fuerzas y sus efectos” en su proceso de aprendizaje.
A menos de un metro de la estudiante Maryuri Villa estaba “Beethoven”, su perro que le acompañó a durante su jornada de clases al aire libre. “Vivo cerca. Estoy feliz de volver a clases. Ayer estaba un poco nerviosa porque son dos años que no venía a la escuela”, dijo la niña mientras hacía una pausa en la lectura.
Anahí Barzallo, su compañera, estaba emocionada porque dijo que en la escuela podrá aprender mejor porque en las clases virtuales como que no le fue tan bien, “ahora sí voy a poder aprender mejor, estoy cerca de mis compañeros y de mi profesor”.
Cercanía
En el aula de noveno año estaban los estudiantes de 13 a 14 años. Allí el profesor David García impartía charlas de motivación, bioseguridad y hablaba de la importancia del regreso a clases.
Era su forma de socializar con ellos para retomar las clases en el que fue el primer día del segundo quimestre.
Allí los adolescentes, al ser consultados sobre sus emociones de volver a clases presenciales reconocieron que no querían hacerlo, se reían, tenían un poco de vergüenza. Allí estaban casi todos, solo faltó una de sus compañeras.
El entusiasmo fue diferente entre los niños de segundo y tercero de básica donde la profesora Herlinda Aguilar les daba clases en un mismo espacio.
Allí niños y niñas aprendían a formar palabras con sílabas separadas en tarjetas de diferentes colores. Ellos dijeron estar felices de volver porque pueden jugar.
Para volver a clases los padres de familia de la comunidad se reunieron en una minga para arreglar las baterías sanitarias, las llaves de los baños y los lavamanos en los exteriores de los baños.
La directora Hilda Pineda dijo que, aunque han tenido cercanía con los padres de familia sobre el compromiso de enviarlos a clases y que se mantengas las medidas de bioseguridad, aún les falta provisión de gel antibacterial, jabón líquido para los baños para el lavado de manos y papel higiénico. Los primeros insumos que les dio el Ministerio de Educación se terminaron.
Tienen alcohol en las aulas que han donado en los padres de familia y a ellos les pedirán colaboración para tener jabón de manos.
Los de séptimo, que hacían la lectura en las gradas, volvieron a las aulas. No iban solos. Sus mascotas los acompañaban y les esperaron afuera mientras ellos arreglaban las sillas, mesas y se ubicaban para recibir clases. (I)