Desmarcarse de Estados Unidos cuya larga influencia ha servido poco a Latinoamérica, fue el objetivo que movió al presidente argentino, Alberto Fernández para visitar Rusia. Podemos ser “la puerta de entrada a la región”, le expresó a Vladimir Putin. E inconscientemente tal vez podría ser el mismo impulso del mandatario ecuatoriano, Guillermo Lasso, que visitó China antes que la potencia norteña.
Contactos que coinciden con la tensión militar de la alianza Kremlin-Beijing contra la Organización del Atlántico Norte (OTAN), liderada por Washington. ¿Podríamos interpretarlos como apoyo a los reclamos de la Unión Soviética, por los problemas con Ucrania? Argentina quizás; improbable Ecuador.
Al margen de tales consideraciones, el pragmatismo económico llevó a nuestro mandatario hacia el gigante asiático. Busca renegociar la deuda por cinco mil millones de dólares, la mitad de los cuales está supeditada a la preventa petrolera; suscribir un tratado de libre comercio para bajar aranceles e incrementar exportaciones superiores al 5% que subió el año pasado; atraer inversiones.
Seguramente, el último objetivo será el más factible; los restantes se complican porque no presentamos alternativas beneficiosas para quien tiene la última palabra. En cualquier caso, desde allá hay voluntad de ayuda inmediata con la donación de vacunas anticovid Sinovac, tomando en cuenta que el 62% de la población recibió las dosis de este producto farmacéutico.
Resulta innegable la penetración rusa y china en Latinoamérica, aunque Estados Unidos parece no tomar conciencia de ello, pues continúa dirigiendo atención preferente a Europa y Asia, mientras varias naciones importantes de nuestro continente, solo reciben algunos dólares y abundante garrote a través de sanciones personales y comunitarias. (O)