En nuestra Constitución se establece en la primera parte del artículo 343: “El Sistema Nacional de Educación tendrá como finalidad el desarrollo de capacidades y potencialidades individuales y colectivas de la población, que posibiliten el aprendizaje, la generación y utilización de conocimientos, técnicas, saberes, artes, y cultura. El Sistema tendrá como centro al sujeto que aprende, y funcionará de manera flexible y dinámica, incluyente, eficaz y eficiente…”
Los hechos que vivimos en los diversos órdenes de la vida social exigen una necesaria reflexión sobre lo que el Ecuador, desde el 2008, con base a la normativa constitucional y que en especial en el nivel de la educación, debía emprender, asumiendo como punto de partida el artículo 1 de la Constitución: “El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia…”
Van a ser 14 años de vigencia del supuesto modelo constitucional y educativo, y en gran medida muy poco de lo señalado se ha hecho. Más bien una grave crisis de valores es lo que se constata. Decadencia institucional, carencia de trabajo, pobreza extrema, multiplicación del delito, crimen organizado, en suma la ausencia de valores humanos que nos convoquen y cohesionen en la construcción del Bien Común.
Si la vida social está en crisis lo que se requiere es de un cambio real desde la educación y la misma familia, para garantizar la dignidad humana. Se debe recordar que el sistema educativo nos informa y trasmite los conocimientos mientras la familia forma la personalidad. Un nuevo orden social debe ser definido con la necesaria fortaleza de las convicciones cívicas. (O)