Hace una década, cuando había asumido por primera vez el encargo de liderar la basílica de Santo Domingo y su convento, el padre Gonzalo Suárez supo que en la bodega del templo religioso había unas puertas muy antiguas que reposaban entre la tierra y la humedad.
Después de aquel primer encuentro, el padre continuó con su servicio en Quito y Baños, para luego volver a Cuenca y asumir, una vez más, la dirección de Santo Domingo, hace un año y medio.
En este regreso, las puertas que él había visto ya estaban afuera porque Esteban Pacurucu, uno de los colaboradores más antiguos de la iglesia de los hermanos dominicos, las había sacado de la bodega ya que sabía que tenían un gran valor.
Una de las metas, tanto del padre Suárez como de Esteban, era que las puertas se restaurarán, sin embargo, sin el dinero que se necesitaba, nada se podía hacer. No obstante, con el regreso del padre a la iglesia, se emprendió el trabajo de recolectar lo que se requería: 8.000 dólares.
“Una señora anciana, que no es que sea millonaria, dijo: padre, cuánto cuesta la restauración. Yo le dije: 8.000 dólares, y ella nos dio los 3.000 dólares. Con eso empezamos los trabajos”, explicó el padre Suárez a diario El Mercurio.
Para la restauración se escogió al maestro Patricio Quinde, a quien le tomó nueve meses recuperar las puertas.
A medida que pasó el tiempo, por un lado, con gestión propia se cubrieron los gastos de la labor cumplida por Quinde, y, por el otro, se determinó que las puertas se elaboraron en el siglo XVII, y se formuló una hipótesis: que las puertas probablemente eran de la iglesia que antecedió a la basílica actual.
Antes de que se erigiera lo que hoy conocemos como Santo Domingo, hubo dos templos en la misma zona. El primero fue construido en los años que Cuenca surgía a través de los primeros asentamientos españoles y el segundo se construyó para sustituir a la primera iglesia.
“No podemos asegurar nada. Todo es una hipótesis mientras no se revise la documentación. Pero creemos que estas puertas eran parte de una mampara de la segunda iglesia que se demolió en 1900”, dijo Esteban Pacurucu.
Sea como fuere, las puertas guardan una historia que poco a poco quieren desentrañar Esteban y el padre Suárez.
Por ahora, gracias al trabajo del maestro Quinde, se sabe que las puertas tienen una pintura al temple del siglo XVII y que fue hecha con maderas de aguacate.
En lo que compone a las puertas, tanto de un lado como del otro, hay varios dibujos: uvas, animales y plantas propias de la Cuenca de antaño. A eso se suma las pinturas de un hombre y de una mujer, quienes, para Pacurucu, pueden haber sido las personas que donaron la puerta o que tuvieron alguna relación con la corona española.
Sin duda, para las personas que están detrás de la basílica y el convento de Santo Domingo, el haber rescatado las puertas significó encontrar un tesoro que fue instalado para separar el patio de la congregación religiosa y la entrada a la iglesia.
La decisión vino del propio padre Gonzalo Suárez, quien dijo que, si la puerta fue hecha con una función, pues debe continuar como tal. Aquel acto permite observar a los visitantes las múltiples transiciones que ha tenido la institución religiosa de Santo Domingo a través de su arquitectura y de los elementos que la conforman.
Cumplida la restauración, para el padre Suárez es imperioso continuar con las intervenciones en los bienes patrimoniales de Santo Domingo. No obstante, todo es paso a paso porque los recursos son ínfimos y las necesidades son grandes y diversas.
“El siguiente trabajo es cambiar la cuestión eléctrica… y estamos a la espera de la iluminación de Santo Domingo. Nos han dicho que Fundación Iluminar ya tiene un presupuesto para este año, pero ya vamos marzo, y no tenemos la iluminación”, dijo el padre Suárez, quien cree que Santo Domingo es un potencial imán para atraer a los turistas del país y del extranjero. (I)