León Tolstoi escribió su célebre obra sobre la tragedia humana que significa toda guerra y el deber de encontrar la solución de los problemas por el diálogo y el acuerdo, utopías necesarias para construir un mundo mejor. Pasaron las décadas y el zarismo colapsó, imponiéndose por la fuerza de la revolución el sistema totalitario, el comunismo. Décadas de dominio significó este sistema que se impuso por 70 años, desde Lenin y Stalin, a Gorbachov, quien pretendió un orden democrático y liberal, en sus cálculos reformistas. Pero en las realidades, el soviet no ha sido superado, la burocracia dejó herederos y los magnates gobiernan en torno de Putín. Su finalidad es retomar la política imperial, gobernando como lo que es, un autócrata, al estilo del más remoto pasado.
Desde su interés, Putin no puede admitir la disolución de la URSS, ni la autonomía de unidades estatales que han formado repúblicas soberanas como Ucrania; que se gobierna desde la perspectiva liberal y democrática. Su decisión de unirse a la OTAN pone el punto de distancia con Rusia, que desde hace más de una década incursiona en Crimea y otros territorios que son parte del estado invadido por Rusia, razones geopolíticas y económicas con el control de la administración termonuclear, el gas y más recursos como los agrícolas, son las razones de esta guerra, de la invasión y el genocidio.
Las Naciones Unidas deploraron la guerra y la invasión por 142 votos de los estados representados en la última Asamblea General. Pero nada ha cambiado. El cuadro de la guerra sigue lacerando la dignidad de los pueblos y la racionalidad humana han sido una vez más destruidas.
Rusia y Putin deben retomar el camino del respeto al Derecho que es el resguardo evidente de la Paz. (O)