Si en el mundo premoderno (como la antigüedad clásica griega y romana, y la edad media) la política era concebida como toda actividad ciudadana (todo lo que hacía un ciudadano, excluido el trabajo material o productivo, era parte de la política), en el mundo moderno y a partir de los pensadores del renacimiento (siglos XV-XVI) la política se concibe sólo como aquella actividad ciudadana dirigida a conquistar el poder político, un poder que en la modernidad se presenta como una organización separada de la sociedad: como Estado
En su sentido plenamente moderno, entonces, la política se define como la actividad dirigida a conquistar y mantener el poder del Estado.
Es el pensador italiano Nicolás Maquiavelo, en su obra “El príncipe” (1513), quien precisamente nos presenta, por primera vez, a la política como la actividad orientada a conquistar y conservar el poder político, representado ya en el Estado. Y es Maquiavelo también quien señala que no importa si esa actividad el leal o desleal, justa o injusta, moral o inmoral, pues no importa el medio sino el fin, que es conquistar el poder; con lo que, a partir de Maquiavelo, la política se presenta como una actividad separada de la ética y la religión; a diferencia de los pensadores premodernos para quienes la política se identificaba con la ética, e incluso a la estética. Aristóteles, por ejemplo, definía a la política como la disciplina suprema entre todas las artes y ciencias.
La concepción de la política como una actividad (o lucha) orientada o dirigida al Estado también está presente en autores como Carlos Marx, aunque en su caso dicha actividad adquiere una connotación peculiar: se trata de una actividad o lucha de clase.
Igualmente está presente en los más destacados teóricos de la ciencia política contemporánea. Así, Max Weber en su conferencia “La política como vocación”, realizada en la Universidad de Munich en 1918, expresaba: “Deseamos entender por política sólo la dirección, o la influencia sobre la dirección, de una Asociación Política, es decir: actualmente el Estado”.
Esta concepción de la política, desarrollada a inicios de la época moderna, sigue siendo dominante en la actualidad; igual sucede con la práctica política, que continúa como esencialmente maquiavélica. (O)