Vacíos en lengua y matemáticas dejó la pandemia en escuelas de Azuay

Regresar a las bases, revisar otra vez lo que se estudió antes de la emergencia sanitaria, y preguntar y responder las decenas de dudas que tienen los niños y adolescentes; volver a aprender, en otras palabras, es la consigna que, tanto estudiantes como docentes se repiten desde que las clases se reanudaron en las aulas del Ecuador hace algunas semanas.

Si bien el pasado 14 de marzo las restricciones de aforo se eliminaron en las instituciones educativas del país y se obligó a que todos los estudiantes vuelvan a las aulas, varias escuelas y colegios ya tenían un número considerable de asistencia de alumnos.

Y, con ese regreso progresivo, los profesores cayeron en la cuenta de que se debía volver a empezar porque las pantallas y la virtualidad, en el caso de quienes tenían los equipos y la conectividad, y la casi nula educación entre las familias que no contaban con los recursos, limitó en gran medida el aprendizaje.

La UNICEF, hace un año, cuando publicó un estudio de las consecuencias del cierre de las escuelas ecuatorianas, ya comentó de la situación de los estudiantes. Por ejemplo, con la investigación se detectó que, seis de cada diez alumnos del país, estaban aprendiendo menos.

Ahora, con el regreso de todos los estudiantes a la presencialidad, los docentes corroboran las secuelas de la pandemia en la educación, principalmente en las materias de matemáticas y lengua.

“Estamos conscientes de esta situación de retroceso en la educación, en lo que es lectura comprensiva, en razonamiento matemático, entonces, cada institución educativa está aplicando un apoyo pedagógico para superar estas deficiencias”, dijo Mery Vicuña a El Mercurio.

Vicuña es directora educativa del Distrito Norte de Cuenca, cuyas zonas urbanas y rurales tampoco han estado exentas de la problemática en el aprendizaje entre los estudiantes.

Por ejemplo, Carlos Heredia, quien es profesor de matemáticas de octavo, noveno y décimo de básica, en la Escuela Manuel Guerrero de El Valle, se encontró con varios vacíos porque los estudiantes no tenían las bases para continuar con nuevas enseñanzas.

“Es un poco complicado en cuanto a la enseñanza de nuevos temas. Entonces, ahora estamos enfocados en igualarlos con los temas principales, y que son los que no se alcanzaron a aprender realmente”, explicó Heredia.

Planes de nivelación

El enfoque educativo, que parte de la nivelación de conocimientos, también se replica en el resto de instituciones, ya que, por ahora, el objetivo es que la brecha educativa, que se complicó todavía más con la emergencia sanitaria, no se acreciente.

“Es volver a aprender para nosotros. En la virtualidad era más complicado el aprendizaje, pero ahora, en nuestro regreso a las aulas, los profesores están enfocados en ayudar y responder nuestras dudas”, dijo a El Mercurio Karen Plaza, estudiante de la Unidad Educativa César Dávila Andrade.

En el César Dávila Andrade, asimismo, se aplicó un plan de nivelación una vez que los estudiantes empezaron a regresar a la institución. Según su rectora, María Augusta Cordero, hasta hace un mes, ya el 95% de estudiantes había vuelto a las aulas. El resto alumnado, como los niveles preescolares, se unieron entre el 14 y 15 de marzo.

Ya con el regreso progresivo, Cordero dispuso a los docentes que se recuperen los conocimientos que, o se perdieron o no se aprendieron por la pandemia.

Ahora, una vez que todos los estudiantes retomaron aquella vida estudiantil que se tenía antes de marzo de 2020, para los profesores viene el reto más duro: recuperar la atención de los niños y jóvenes, y traer de vuelta las ganas de aprender.

Sin ello, la pobreza de aprendizajes, como llamó el Banco Mundial a la situación que dejó la COVID-19, continuará aumentando en el Ecuador. (I)   

Andrés Mazza

Periodista y fotógrafo. Escribe sobre cultura, educación, migración y astronomía.

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