Crónica Roja: “Si no lo sientes no lo entiendes”

El rock clásico y techno dance sonaba con fuerza en un parlante ubicado a un costado de la cancha Banco de la Vivienda mientras integrantes de la Crónica Roja desarrollaban un amistoso de fútbol como parte de la celebración por su vigésimo primer aniversario.

Jorge Proaño, uno de los fundadores, se mandó un golazo de chilena. “Sorbetín” -como le llaman los amigos- estaba emocionado al observar la unión que hay entre los integrantes de la barra, actualmente encabezada por Juan “Cuy” Segarra. Tenía 19 años cuando en una conversación con su hermano Juan y amigos se plantearon emular lo que pasaba en otros escenarios deportivos.

“El típico hincha cuencano ¿cuál era?, el que se sentaba en el estadio y se tomaba una tocha (aguardiente en botella), como se dice aquí.  Nosotros vimos la necesidad de que el equipo sienta el aliento de una barra no solo el apoyo. El apoyo es ir al estadio, pero el aliento es otra cosa. El aliento le llena de energía al jugador y eso es lo que nosotros necesitábamos…”.

Les llevó un buen tiempo ser aceptados por el resto de aficionados. “Había broncas entre los mismos cuencanos. La gente que no aceptaba decía ¡siéntate, hijo de tal y cual… Así comenzamos, tirando rollos de papel higiénico… Fueron experiencias espectaculares. Uno ya no esta metido de cabeza como antes, pero el amor al club es el mismo”.

Una que otra cerveza desfilaba por los costados de la cancha que lucía cubierta con los trapos que suele llevar la barra al Estadio Alejandro Serrano Aguilar cuando juega el Deportivo Cuenca. Jorge entró en calor y se despojó de la camiseta.

Jorge trabajaba con su hermano en una Agencia de Viajes. “Buscábamos un nombre que sea representativo y que identifique a una barra brava. Pedíamos que nos den sugerencias y me acuerdo clarito, había el tema del Extra (Diario de circulación nacional) y una compañera dijo pónganle Crónica Roja porque eso es lo que vende, porque eso es sangre y no se que, y quedó como Crónica Roja”.

Resulta a veces indescriptible exteriorizar el sentimiento que tiene una persona hacia un equipo de fútbol. Ese amor, incomprendido en muchos casos, va más allá que vestir el uniforme del equipo. Algunos llevan tatuados el escudo como prueba de una fidelidad eterna.

“Le dediqué el brazo izquierdo a mi Deportivo Cuenca, todavía me falta tatuajes de refranes y cosas de la barra para llenar el brazo, estoy en eso”, indica Jhon Jiménez, quien hace tres, cuatro años, con su amigo apodado “Choclito” formó la barra Crónica Roja Nueva York.

“Es bravo dejar a la familia, es bravo tomarse ocho horas ida y vuelta para acompañar al equipo, es bravo cantar a todo pulmón los 90 minutos, es bravo no ver el partido, es bravo dejar de comer para comprar la entrada”, comparte Segarra para hacer entender de dónde viene y por qué se catalogan como barra brava. Si no lo sientes no lo entiendes”, remarca.

El crecimiento de la “Crónica Roja” ha sido exponencial en las últimas dos décadas. Hoy cuenta con 16 subgrupos que tienen su respectiva identificación: La Banda del León, Demencia Roja, Chilcapamba, Inframundo, Rojo Inmortal, Locos del Tablón, Pasión por el Rojo, Leonas, Los de la Botella, Ultras, Los de Totora, Santa Teresita, Baños, Crónica Roja Guacaleo, Crónica Roja New York, Crónica Roja Quito.

“Antes trasladábamos un bombo y por ahí una, dos o tres banderas máximo, que podían entrar tranquilamente en una funda. Ahora tenemos una murga completa que son siete bombos murgueros, dos bombos normales, tubulares, zurdos, los repiques, trompetas, trombones, tiras, trapos…”, rememora Segarra.

La intención de carnetizar a los socios, años atrás, no tuvo éxito. De allí que coordinan las actividades a través de WhatsApp con los voceros de las diferentes agrupaciones. Previo a un partido se reúnen dos horas y media para trasladar los diferentes instrumentos y trapos desde la bodega hasta el estadio. “Es un trabajo que conlleva, tiempo dedicación  y sobre todo corazón”, dice Segarra. 

¿Cómo sobreviven?

Con la organización de campeonatos internos, la venta de manillas y con las entradas que les colaboran las directivas del Club. En principio recibían entre 100 a 120. Ahora solo reciben 60. Estas se venden a precios módicos a los integrantes de la barra y a veces las obsequian, como incentivo, a quienes viajaron para apoyar al equipo o a los que colaboran con la logística y transporte.

Con el dinero recaudado pagan un porcentaje de los viajes de los hinchas cuando el equipo juega fuera de casa. Por ejemplo, si el viaje a Guayaquil vale 12 dólares, sólo cobran seis. También destinan el dinero a la reparación de los instrumentos.

“Nos dirán que somos unos locos, enfermos por seguir los colores del Deportivo Cuenca, pero moriremos siempre alentando al rojo y negro”, señala “Cevallitos” (Juan Cevallos), hincha de corazón, chofer de profesión y rockero de convicción.

Irenen Barros es la esposa de Iván Íñiguez uno de los primeros integrantes de la barra. Como algunos, el amor al club les llevó a formar una familia. Se conocieron en la tienda El Ejido, donde llegan los hinchas antes o después de un partido. Hoy tienen una hija de siete años.

Barra de Paz

Juan Segarra precisa que las confrontaciones se evitan con el respeto “a nosotros mismos y a los demás. Si pasa esa línea puede recaer en cualquier cosa que no sea positiva para la sociedad… Es difícil controlar masas, pero es posible si se llega con un buen mensaje, si la gente se compromete y mantiene el respeto”.

Bolivar Sinchi

Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social, en la Universidad de Cuenca. Cronista deportivo por más de una década. Creador de contenido multimedia.

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