Niños leyendo, jugando, preguntando y comentando de historias fantásticas. Niños cautivados por los libros. Esas escenas se viven en Cochaseca, una comunidad de Nabón que levantó hace cuatro su propia cuna del saber: una biblioteca y centro de lectura.
Antes de diciembre de 2021, eso no se veía en la zona, que igual vivió los estragos de la emergencia sanitaria, principalmente en el ámbito educativo. Con el cierre de su escuela, la comunidad tuvo que trasladarse hacia las clases virtuales, lo que a su vez complicó el aprendizaje entre sus niños.
Entonces, en medio de la crisis sanitaria, surgió la iniciativa de armar un centro de lectura y una biblioteca que ayudase, de alguna manera, a remediar los vacíos en la educación, y, por otro lado, a que acercara a los niños hacia los libros que antes no tenían.
En principio, aquello se veía como una utopía, porque los habitantes no veían con agrado la idea de que una parte de la escuela de la zona sea la sede de un espacio para las obras literarias y de enseñanza. La razón estaba relacionada con la administración.
¿Cómo se maneja un lugar así? ¿Qué se hace en un centro de lectura? ¿Qué se les dice a los niños en un espacio como ese? Eran algunas de las preguntas que se hacían los pobladores de Cochaseca.
Sin embargo, un grupo de personas, sin saber nada del tema administrativo, dijo que se hacía cargo de la propuesta, y con el apoyo del Municipio de Nabón y la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay, la idea tomó forma con los libros que empezaron a acomodarse en una aulita de la escuela de la comunidad nabonense.
Me ha gustado mucho que abran este centro, porque hay muchos libros para leer. En mi casa yo no tengo libros, Esteban Guazha 11 años.
“Yo digo que era el miedo de dejar allí, abandonada la biblioteca, porque uno dice que no sabe cómo se debe instruir a los niños con los libros, pero fueron como tres o cuatro personas que dijeron que se querían hacer cargo y se dio”, recuerda Rosaura Ramón, quien sería la primera mujer en encargarse de la atención del centro y la biblioteca.
Mientras se adecuaba el aula llegaron las primeras cajitas de libros que fueron donadas por el Municipio de Nabón. Al abrirlas, Rosaura se encontró con varias obras que parecían que habían sido escritas para Cochaseca: cuentos, historias para niños y adolescentes y material de estudio.
“Tenemos historias, cuentos y otros conocimientos. Hay hasta de los derechos que nosotras tenemos como mujeres, como niños y, sobre todo, tenemos historias de cómo comprender a nuestros niños y a nuestros adolescentes”, comentó Rosaura.
Entonces, sin saberlo, poco a poco Rosaura se iba convirtiendo en la bibliotecaria, porque, una vez que se inauguró el centro de lectura y la biblioteca, ella les guiaba a los niños en sus lecturas.
Mediaciones lectoras
Cuando empezó a funcionar el centro de lectura, llegaban pocos niños. Pero la realidad cambió con los talleres que organizó la Casa de la Cultura y ahora son entre 15 y 20 niños quienes más frecuentan.
En primera instancia se llevaron a cabo encuentros didácticos en la comunidad que se extendieron a un proyecto denominado “Mi primer folleto de arte”, con el cual los niños y adolescentes conocieron de las técnicas de pintura, dibujo y collage.
Y, en medio de los encuentros, llegaron las mediaciones lectoras, que serían claves para llevar a los niños hacia los libros que poco a poco aumentaban en la biblioteca de Cochaseca.
“El interés es que los libros sean leídos por los niños, y pasar de esta idea de que el libro que es un bien que tiene que ser protegido a toda costa, cuando en realidad los libros son para ser usados, y en ese proceso los niños los usan, los rompen, los cortan, los leen y los disfrutan”, dijo David Larriva, coordinador del departamento editorial del Núcleo del Azuay.
La concepción de Larriva fue compartida en la comunidad que vio a sus niños interesarse por las obras infantiles a través de las mediaciones.
Los libros son para ser usados, y en ese proceso los niños los usan, los rompen, los cortan, los leen y los disfrutan. David Larriva Coordinador del Departamento Editorial de la Casa de la Cultura
Con el interés encima, Rosaura empezó a recibir a más niños en los días en que ella abría el centro de lectura y la biblioteca, y, en la comunidad, se percibió un cambio entre los pequeños que se adentraban a una serie de historias ficticias.
“Me ha gustado mucho que abran este centro porque hay muchos libros para leer. En mi casa yo no tengo libros. Y ahora yo sé venir y estar leyendo, y ya cuando se acaba el tiempo toca ir a la casa y le cuento a mi mami lo que leí”, dijo Esteban Guazha, de nueve años.
Como Esteban, hay por lo menos una decena de niños que han dejado el encierro de la pandemia para encontrar un refugio en la biblioteca de su comunidad.
Ayuda educativa
Para Jennifer Gutiérrez, profesora de la escuela de Cochaseca, que el centro de lectura y la biblioteca se hayan abierto en la comunidad significa una ayuda considerable en el desarrollo de los niños.
Con la emergencia sanitaria y con las clases virtuales, la compresión, principalmente lectora y matemática, disminuyó entre los estudiantes.
“Estos son instrumentos que nos convienen mucho, porque se trabajan con toda la comunidad. Con esto, los chicos van mejorando y les beneficia a ellos. El tener una biblioteca les abre hacia otros campos a los que nosotros no podemos llegar”, reconoció Jennifer.
Con los resultados vistos en la comunidad, desde la Casa de la Cultura se considera que es necesario que los procesos continúen en el Azuay con la circulación de los libros. Pero, sobre todo, con las mediaciones lectoras que permiten que los niños y adolescentes accedan al conocimiento y a los mundos que solo la palabra escrita puede entregar.