Madrid.- Entre 250 y 300 técnicos, auxiliares y artistas trabajan para que cada representación en el Teatro Real resulte perfecta de un modo que puede parecer milagroso, pero que es fruto de un trabajo titánico que, tras dos años de parón, se vuelve a mostrar al público en las visitas guiadas al coliseo madrileño.
«Cuando se asiste a una obra uno no es consciente de todos los esfuerzos que se están poniendo en pie en esa producción, lo que significa que todo funciona admirablemente bien. Normalmente en un teatro las cosas se hacen evidentes cuando hay algún problema», explica a Efe Joan Matabosch, director artístico de la mejor compañía del mundo según los últimos International Opera Awards.
Por eso, en declaraciones por el Día Mundial del Teatro que se celebra este domingo, Matabosch recomienda asistir a una función de ópera o ballet, pero recuerda que hay otra forma de visitar el Real: sumergiéndose en sus salones y departamentos técnicos. «Me parece fascinante conocer una institución como esta por dentro», asegura.
Con este objetivo, el pasado febrero se recuperaron tras dos años de pandemia unas renovadas visitas al Real que ahora se dividen en generales, técnicas, artísticas o para grupos de adultos o niños, entre otras, y que se pueden reservar en la web.
En ellas se muestran detalles como un escenario único en Europa, las salas de ensayo donde practican los mejores intérpretes de la escena mundial, o la profesionalidad de los departamentos de caracterización, elaboración de pelucas o sastrería, que consiguen que los cantantes se sientan cómodos para actuar.
El entusiasmo por el Real que transmite su director artístico está en el ambiente entre los trabajadores de la institución, incluso aquellos que lo hacen de manera altruista.
Al menos es lo que asegura Isabel Sánchez, una de las cincuenta guías voluntarias que enseña los entresijos del Teatro Real desde el año 1997, cuando se reinauguró. «Como buenos españoles que somos, este teatro, uno de los mejores del mundo, es un gran desconocido», afirma.
En el escenario desde donde esta aficionada a la ópera trata de contagiar su amor por la música a los visitantes, los técnicos montan las cajas y escenarios en los se representa estos días «El ángel de fuego», de Prokófiev.
Por debajo de la tarima otros trabajadores se afanan en la sala donde con un sistema de grúas y nueve plataformas móviles se suben los objetos que conforman las escenografías, a veces entre un acto y otro. Por encima se sitúan los espacios en los que se suspenden los elementos colgantes necesarios para las producciones, también llamados «trastos».
UN GRAN ICEBERG EN LA PLAZA DE ORIENTE
Y es que el Teatro Real es como un iceberg anclado en la madrileña Plaza de Oriente, ya que su altura aparente es de catorce plantas, pero hay otras ocho que descienden hasta más abajo de la línea de metro que discurre por la zona. Mide un total de 78 metros, como el edificio de Telefónica.
La parte técnica -y no solo- la conoce muy bien Mariano Zapardiel, coordinador de Riesgos Laborales, y que dentro de poco se jubilará después de 25 años en el Real ocupándose de todo tipo de temas de intendencia.
Zapardiel relata que también los técnicos ensayan una especie de coreografía para que en los entreactos de las obras pueda haber 30 o 40 personas tras el telón moviendo elementos pesados y cambiando de escenografía con la máxima eficacia y rapidez.
A veces, mientras está una ópera en cartel, los técnicos ya van montando los escenarios de la siguiente en los pisos de abajo. Una vez que terminan las representaciones, en función de si se trata de una producción propia o en colaboración, los elementos se trasladan a unas naves en Arganda del Rey (Madrid) o se envían a otros teatros.
Muchos de los visitantes que acuden al Teatro Real y conocen todo lo que hay detrás de cada espectáculo acaban comentando que en realidad al final las entradas no son tan caras, según explica Isabel Sánchez, que espera que las nuevas visitas sean «un éxito». EFE